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martes, 26 de mayo de 2009

La escuela del Ayer

Cuando se habla del fracaso escolar, que tenemos hoy en día a todos los niveles, suelo recordar con añoranza aquel plan de enseñanza dela II República Española. El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República en todo el Estado español. Fué una oportunidad para todos los pueblos del Estado Español. Acabado el mal rollo monárquico de Alfonso XIII y la cutre dictadura de Primo de Rivera, la II República Española encarnó la democracia y la modernidad, la libertad, la educación y el progreso, la igualdad y los derechos universales para todos los ciudadanos. Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad era el eje de la metodología. El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa por aprender. Y los más ilustres escritores, poetas, pedagogos, se pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con la cultura ambulante. La República se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la época tenían una formación casi tan exigua como su salario. Con Marcelino Domingo al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Rodolfo Llopis de director general de Primera Enseñanza, se elaboró el mejor Plan Profesional para los maestros que ha existido en nuestra historia. Con aquellas mimbres comenzó a tejerse un sistema educativo que puso el énfasis en el alumno, le hizo protagonista de las clases y de su formación. Los críos salían al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los monótonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate participativo y pedagógico; los niños y las niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad. Fue una escuela en la que se educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso era algo que la escuela privada miró con recelo, Todo tenía el aroma pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual en el que se apoyó la República. Aunque diseñó una escuela más laica. Antes que educar, la República se vio obligada a dar de comer a los niños. Incluso a vestirlos. Había cantinas y roperos escolares y cobraron fuerza las Colonias Escolares que ya antes había puesto en marcha Bartolomé Cossío. Los niños viajaban al mar o a la montaña. Hacían deporte, se divertían. Pero, sobre todo, comían. El maestro. Es, el alma de la escuela. Sin buenos maestros, todo lo que se haga en beneficio de la escuela resultará estéril. Viendo los adelantos que hoy en día no hemos podido superar aquel periodo republicano, hoy estamos lejos de una escuela laica, se nos imponen la religión católica, un solo alumno que pida tener clase de religión católica le tienen que poner un profesor, que agravio comparativo para las otras creencias religiosas, si se pide la laicidad se nos acusan de amoral. ¿Cómo es posible que todavía a estas alturas se atrevan a identificar la moral con la religión?