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domingo, 18 de julio de 2010

FEDERALISMO

La decisión del Tribunal Constitucional es la última de muchas otras que han ido agotando el pacto de la transición del franquismo, por el que se aceptó la Monarquía y se constituyó el Estado de las Autonomías pero que negó el derecho de autodeterminación. El Estado actual y su entramado institucional está configurado para evitar que lo que el pueblo decida se convierta en ley. Y eso es un evidente recorte de los derechos democráticos. El tribunal Constitucional no puede estar por encima de la voluntad del pueblo

La defensa de los derechos nacionales no nos hace olvidar la crisis económica que sufre el pueblo trabajador, con los millones de parados o la reforma laboral que quieren implantar. En particular no me olvido de quienes en Madrid han votado la reforma laboral y aun quieren imponer medidas más duras contra el pueblo trabajador. No se puede seriamente defender los derechos nacionales y al mismo tiempo recortar los derechos sociales del pueblo trabajador. La convocatoria sindical de una huelga general el próximo 29 de septiembre es la respuesta. Mi postura siempre ha sido clara, soy federalista, por lo tanto entiendo este país como una suma de territorios con diferencias pero que puedan entenderse y que debe ser lo que cada uno de ellos quiera ser, por encima de imposiciones, todo ello encajado en un estado plural. Lo que no ha quedado claro es la visión desde la izquierda. Y es que en la izquierda hay posiciones que también minimizan el federalismo y lo someten a un internacionalismo como si ambas cosas fueran incompatibles. Todavía hay una izquierda jacobina a la que las autonomías y el federalismo les produce alergia. Una izquierda jacobina que defiende un estado centralista indivisible incapaz de entender que es compatible la solidaridad con el reparto territorial del poder.

La presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, se ha pronunciado este viernes sobre la reforma de la Constitución, asegurando que "hay que reformarla", ya que de lo contrario "no hay futuro posible". Sus palabras textuales fueron: "La Constitución de 1978 ha propulsado cambios sociales importantísimos. Pero debe tener una continuidad como la tuvieron las Constituciones del siglo XIX y del XX, y para que se desarrolle su potencialidad debe ser reformada. Si no, no hay futuro posible".

Ante la volutad del pueblo solo entra la alternativa de reformar la Constitución y caminar hacia un Estado Federal.