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lunes, 2 de agosto de 2010

PROHIBIDO PROHIBIR

Es curioso cómo a menudo las prohibiciones pueden interpretarse también como derechos. Mucha gente se muere literalmente de hambre porque no pueden comprar comida. Van al comercio de turno, una propiedad privada, y no pueden comprar comida, porque el empresario de turno les dice que para llevarse la comida deben pagar una cantidad de dinero que no tienen. Ese empresario, apelando a su derecho de poner el precio que le dé la gana, que otros sí podrán pagar, les prohíbe llevarse la comida para sobrevivir. Es una de las curiosidades del capitalismo, ese modelo económico basado en la libertad. De pronto invaden mi cabeza un montón de prohibiciones, todas ellas de cosas malas, por supuesto. Por ejemplo, no puedes entrar en la casa de alguien y llevarte su Wii. La propiedad privada es buena, por lo que su profanación es mala. De ahí se deduce que la prohibición de profanar la propiedad privada es algo bueno. Nos gusta esa prohibición, ¡prohibido tocar las propiedades privadas!. Hablando de propiedades privadas, ¿qué pasa cuando una persona trabaja dentro de la propiedad privada de otras personas? Tomemos, por ejemplo, el frecuente caso de un periodista que trabaja para cierto periódico que es propiedad de un enorme grupo empresarial. ¿Qué pasa con la libertad de ese periodista, de ese trabajador, de esa persona? Pues que no tiene libertad, eso es lo que pasa, porque tiene prohibido ir contra la línea editorial de ese periódico. Así que dentro de las propiedades privadas sí se puede prohibir, y de forma casi arbitraria. Es un derecho que tienen, en virtud de su libertad. Realmente hay muchas prohibiciones en este mundo. Para mucha gente está prohibido viajar, y no me refiero a Cuba precisamente. Tienen prohibido viajar porque no tienen el dinero necesario para ello. Otros tienen prohibido tener electricidad, o agua corriente. A mucha gente se le prohíbe simplemente vivir, ya sea porque no pueden comer suficientemente o porque no tienen acceso a cuidados médicos o porque nacen en el país equivocado, como Irak, Afganistán o el Congo. O en ciudades españolas en barrios marginales, o simplente ser parado de larga duración.

A veces conocemos casos de gente que nace miserablemente pobre y en el país equivocado, pero salen adelante. Gente con talento y suerte, se acaban ganando la vida, Por desgracia, son ejemplos aislados que no pueden ocultar una terrible realidad estadística: la inmensa mayoría no pueden salir de la miseria, lo tienen prohibido por nuestro sistema político-económico.