La antropología es uno de esos anteojos y la antropología filosófica otro. Y a través de ambos no se ven ni el enfoque ideológico ni el político ni el moral, que son los tres más usuales sometidos a la pública opinión. Pero desde la perspectiva de la antropología filosófica la realidad es bien simple como que es tan indiferente que un maremoto se trague todo un país, que un microbio de la fiebre nos mate o que sucumba por un cambio brusco de temperatura. En todo caso a la realidad dan dos ventanales. Desde uno de ellos la realidad “es” lo que presenciamos con nuestros propios ojos, lo que escuchamos y lo que entendemos. Desde el otro “es”, lo que nos cuentan. Sentados frente a uno de los dos, podemos utilizar distintos anteojos para verla, medirla, pesarla y valorarla. Cada uno nos aportará un conocimiento moral y material de cada cosa. Y a su vez ese conocimiento se modificará y nos causará uno u otro efecto según lo tratemos y según el grado de profundidad a que seamos capaces de llegar. La antropología filosófica es un marco de estudio y análisis del ser humano como zoon más que como politikon; más irracional que racional. Desde esta perspectiva antropológica la libertad entendida como libre albedrío y la libertad política entendida como libertades formales, o son inexistentes o son minúsculas; desde luego carecen de la naturaleza que les confiere la política y los ordenamientos jurídicos. Por ello, aunque la política y el derecho y en correlación el periodismo interpretan las libertades formales como ausencia total de opresión sobre nuestro espíritu y nuestro desenvolvimiento personal. La condición de la libertad es inherente a la humanidad, una inevitable faceta de la posesión del alma en la que todas las interacciones sociales con posterioridad al nacimiento implican una pérdida de libertad, voluntaria o involuntariamente. El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado. En toda sociedad, para serlo, hay restricciones. Pero en general y en occidente basta que un país haga una ampulosa proclama o declaración de la libertad en constitución o en sus instituciones, para que todos los opinantes estén de acuerdo en que la hay. Lo de menos es averiguar y comprobar si ese país en concreto, sus policías y sus jueces conculcan o no la libertad en todo o en parte por clases sociales, por segmentos de población o por territorios. Valórese la libertad que disfrutan los ciudadanos comunes en Estados Unidos según sean patricios, negros e hispanos, y qué clase de libertad está imponiendo a cañonazos en los países invadidos y ocupados en Oriente Medio. Pero también, véase qué clase de libertad existe en el Estado Español, que varia dependiendo de una comunidad a otra.
Volviendo a la antropología filosófica, ésta distingue entre la emicología: estudio de los significativos en el ámbito estructural y del comportamiento de una cultura, descritos desde el propio punto de vista de esta cultura, y la eticología: estudio de los significativos del ámbito estructural y del comportamiento de una cultura, descritos en función de unos rasgos independientes o por contrastación con otras culturas, por ejemplo, con la cultura del estudioso. Esto significa que ningún autor periodístico, ni el lenguaje usual de los medios de comunicación -los chamanes de la modernidad- atienden al concepto libertad desde el punto de vista emicológico, es decir, desde las "razones" que existen en otros países de culturas muy diferentes de la nuestra para organizarse socio políticamente, y aplicar sus reglas, preceptos y costumbres.