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martes, 1 de marzo de 2011

Trabajadoras / Trabajadores

Precisamente la invisibilización de los problemas de las mujeres, o mejor dicho de todo aquello que no sea un biohombre heterosexual europeo y católico, ha sido clave en la estrategia de cara al mantenimiento del sistema patriarcal. No se puede luchar contra algo que no existe. Es un absurdo en sí mismo. Pero es que además se ha ido mucho más lejos en mi opinión, el reconocimiento de que esos problemas existieron alguna vez, pero que ya se han superado, que es cosa del pasado y de unos cuantos anquilosados reaccionarios. Un ejemplo bastante claro y sangrante es la definición de la RAE que habla del patriarcado como un sistema extinto de épocas prehistóricas. Pobres homínidos, qué iban a saber ellos. Me refiero a los señores académicos. A las organizaciones de la izquierda, de las otras que ni son de izquierda, ni hablo; hemos sido los primeros en ser partícipes de esta invisibilización a pesar de que probablemente nos consideremos, con nuestros errores, lo más  progresistas del mundo. Podemos seguir con lo de siempre: hacer caso omiso, esperar a que alguna mujer nos solucione la papeleta, porque está claro que el feminismo es cosa de mujeres, o simplemente echarle la culpa al sistema, que ni es persona ni es ná y no se lo va a tomar a mal.
O bien, de una puñetera vez, hacemos autocrítica de cuales están siendo nuestros errores, tanto a nivel colectivo u organizativo como a nivel íntimo y personal, nos ponemos manos a la obra y nos dejamos de hacer los ciegos. La solución no pasa por coger a nuestras compañeras y ponerlas a leer comunicados en manifestaciones o a contestar entrevistas como alguno estará pensando. Siempre es positivo el que las mujeres dejen de ser invisibles en las organizaciones, pero mucho ojo, puede parecer igual de lamentable y patético el uso de la mujer para vender un coche que para vender tu colectivo político. Si somos realmente conciente de la masa trabajadora, trabajadores,  ahora sí me refiero a los dos sexos, estas actividades serán asumidas igualmente por hombres y mujeres sin pararse a pensar en si tenemos pene o vagina, o si nos va la carne o el pescado, simplemente se harán porque se tienen que hacer. La solución puede pasar por crear espacios en nuestras organizaciones que traten las luchas sexuales, desde la formación intelectual, apoyo ante situaciones de violencia o la acción directa. También es necesaria la organización de ellas sin nuestra injerencia, como también es necesaria nuestra propia organización. Probablemente haya muchas más soluciones para avanzar, pero creo que tal y como están las cosas, con lo que ya he dicho tenemos suficientes deberes.