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sábado, 29 de octubre de 2011

Pequeña Burguesía y Clases Medias

La pequeña burguesía y las clases medias tienen uncido su destino al capitalismo. No puede ser de otro modo. Sólo él, en sus períodos de crecimiento y desarrollo, les ofrece su supervivencia como clase, aunque atente contra ellas en las etapas económicas más contractivas, que tienden a dualizar las clases sociales, simplificando el enfrentamiento de intereses. La pequeña y mediana burguesía y las clases medias aspiran al bienestar material de consumo que el capitalismo les ofrece y, cuando deja de ofrecérselo, se lo reclaman pero sin ejercer la crítica de base del sistema que les ha repartido algunas de sus migajas y les ha permitido escapar a la condición proletaria. Éste es el gran fantasma de las clases medias: proletarizarse. El 15-M y el protagonismo universitario dentro de él no se entienden sin el hecho de que el Estado español sea el único de la OCDE en el que el título de estudios superiores se devalúa desde hace años como ventaja competitiva en el mercado laboral. De hecho, es llamativo y reconocido por los propios integrantes de los “indignados” su escasa conexión con la clase trabajadora y con sus organizaciones, más allá de lo que el minoritario “sindicalismo alternativo” les aporta. Las clases medias nunca han hecho una revolución social. Puede que algunos de sus miembros intelectuales y políticos lo lideren pero no son la base social que “asalta los cielos”; lo suyo históricamente son las revoluciones políticas y “democráticas”. Sí han tenido la virtud de tomar la iniciativa en las movilizaciones nacidas al socaire de la crisis capitalista y de convertirse en interlocutores mediáticamente mimados de los poderes políticos y, muy secundariamente económicos, si descontamos los apoyos y las simpatías declaradas de algunos de los multimillonarios más famosos del mundo. A buen seguro que como revolución socialista no los hubieran tenido, mucho menos públicamente.

Pero su recorrido no está llegando más allá de una crítica a los excesos del capitalismo, que nace más de la pérdida de status social, como consecuencia de la crisis, del sector dominante en el movimiento, que de una toma de conciencia de lo que este sistema representa; salvo que se trate de una conversión tan notable como la de Pablo de Tarso, que de perseguidor de una fe pasó a seguidor de la misma. Cuando la crisis capitalista se agudice será el momento para ver si la respuesta sigue siendo la emocionada autoafirmación en la masa de quienes no quieren otro sistema económico, sino el mismo mejorado, o la agitación social que empuje el derribo del edificio para construir una sociedad radicalmente diferente y socialista por parte de sus principales víctimas.

Pero hay que analizar porqué los trabajadores no han despertado hasta ahora, han estado durmiendo en un sueño y ahora están despertando ante la falta de trabajo y engrosando la lista del paro. Dándose cuenta que hay familias que todos sus miembros están en desempleo y no tienen ninguna alternativa, puesto que los intereses creados desde la economía existente no le dan ninguna alternativa. Este león se esta despertando....

lunes, 24 de octubre de 2011

RENTA BASICA

Desde hace cuatro años, a inicios de la actual crisis global, hago la siguiente observación: “Debemos poner al orden del día las siguientes cuestiones: ¿cómo se puede llevar adelante una vida sensata incluso si no se encuentra un empleo?, ¿cómo garantizar la democracia y la libertad más allá del pleno empleo?, ¿cómo podrán las personas convertirse en ciudadanos conscientes sin un trabajo remunerado? Necesitamos una renta básica de ciudadanía. No es una provocación. Es una exigencia política realista”.

Los movimientos ciudadanos que se movilizan para responder a la crisis han incorporado una exigencia difusa de transformación de las políticas públicas. Reclaman intervenciones más garantías, que consagren derechos sociales universales, contra y más allá de la financiación de la economía. Como en la “Gran Transformación” de los años 30 y 40 del siglo XX, la lucha por el cambio de las políticas públicas se ha convertido en algo fundamental. La crisis no deja alternativa: es necesario definir nuevos derechos capaces de garantizar la igualdad y la dignidad de todas las personas. La renta básica es uno de ellos. Se trata de una reivindicación ligada al derecho fundamental a la vida. De un derecho social, pero también de una garantía de libertad que permite eludir el chantaje de la pobreza, de la inseguridad, de la precariedad y de la exclusión social. Una garantía de libertad, además de un derecho social, que favorece una nueva idea de participación en el trabajo y que puede contribuir a que este sea el fruto de una elección libre y no una simple mercancía desvalorizada a placer por el capital. Ante esta crisis infinita, que genera una desocupación y una pobreza cada vez mayores, antes la incapacidad de las clases dirigentes para intervenir y reducir los daños sociales, es el momento de relanzar una exhortación a favor de una renta básica incondicionada. Se trata, por un lado, de una alternativa concreta dirigida a garantizar de manera inmediata a las personas que de manera más dramática padecen la inseguridad y el empobrecimiento la posibilidad de una vida digna. Por otro lado, en una perspectiva más amplia, se trata de una alternativa orientada a promover y a realizar otra idea de sociedad.

El reconocimiento de una renta básica permitiría repensar el papel de la democracia en el combate contra la financiación de la economía y no ya contra los sistemas de bienestar y la calidad de vida y del trabajo. Una renta básica incondicionada permitiría responder a las situaciones de urgencia actuales y al mismo tiempo cuestionar el actual modelo de desarrollo, convergiendo así con los movimientos europeos que el 15 de octubre saldrán a las calles de toda Europa a reivindicar la justicia social, la dignidad y una nueva democracia.