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lunes, 13 de agosto de 2012

APRENDAMOS


 La izquierda posmoderna se encuentra con los destrozos de sus ilusiones y es confrontada con la dura realidad de una crisis monumental, la que desde el comienzo no quiso admitir y para la que ella, por eso mismo, no está preparada. Incapaz de captar la “dialéctica sujeto-objeto del fetichismo moderno”, la izquierda cayó en un “objetivismo tosco con un subjetivismo igualmente tosco. El término colapso es un cliché provocativo, generalmente usado en un sentido peyorativo, con el fin de descalificar como "apocalíptico" aquello que no debe ser tomado en serio por los representantes de una teoría radical de la crisis. No sólo las élites capitalistas, sino también los representantes de la izquierda, prefieren creer que el capitalismo puede renovarse eternamente. Está claro que un sistema social global no se desmorona de una hora para otra como un individuo infartado. Pero la era del capitalismo pasó. Después de todo, la modernización no fue otra cosa que la implementación y el desarrollo de ese sistema, no viniendo al caso si los mecanismos eran del capitalismo privado o del capitalismo de Estado. A pesar de todas las diferencias exteriores, el fundamento común consiste en la "valorización del valor", es decir, en la transformación de "trabajo abstracto” en "valor agregado". Sin embargo, esto no es una finalidad subjetiva, sino un fin en sí mismo que terminó quedando independiente. Tanto los capitalistas como los asalariados, así como los agentes estatales, son funcionarios de ese fin en sí mismo que se soltó y es incontrolable, lo que Marx llamó el "sujeto automático". En este caso, la concurrencia universal obliga a una dinámica ciega de desarrollo de la capacidad productiva, la cual genera constantemente nuevas condiciones de valorización para finalmente encontrar una barrera histórica absoluta.

El hecho de que los hurto en  Andalucía se hiciera por unos sindicalistas a fin de poder alimentar a unas familias en pobreza, sin recursos, alarmó enormemente al estado  español por su peligro de contagio, de manera que tanto el Fiscal del Estado como el Ministro del Interior intervinieron inmediatamente para penalizar a tales sindicalistas. Ello es una predecible respuesta que confirma el gran temor y justificada inseguridad que tiene la estructura de poder basada en unas enormes desigualdades, de las más elevadas existentes hoy entre los países de mayor desarrollo económico de la OCDE, siendo un país en el que coinciden las mayores fortunas del mundo (sí, del mundo) con sectores populares que viven en los mayores niveles de pobreza existentes en tal comunidad de países, de la OCDE. No es, pues, de extrañar, que España, como ocurre también en países con grandes desigualdades, tenga, junto a un Estado con escasa sensibilidad social, un Estado con gran desarrollo de sus aparatos represivos.
Enemiga eterna de los terratenientes y la derecha, la Marinaleda  roja ha caminado por la historia de España desde la Transición, pasando por la entrada en Europa y el fin del referente del comunismo con la caída de la Unión Soviética, hasta el siglo XXI. Finalmente, llegó la crisis económica y esta población andaluza ha tenido la oportunidad de probar si su particular utopía en 25 kilómetros cuadrados es realmente una alternativa frente a los mercados. Su tasa de paro actual es del 0%. Una buena parte de los habitantes están empleados en la Cooperativa Humar - Marinaleda S.C.A, creada por los propios jornaleros tras años de lucha. Durante mucho, los campesinos estuvieron ocupando las tierras de Humoso, donde hoy está la cooperativa, y cada vez que lo hacían eran desalojados por la Guardia Civil. Finalmente, en 1992 consiguieron su objetivo: "la tierra para el que la trabaja" y la finca pasó a su propiedad. Todos los sueldos en la cooperativa son iguales: unos 1.200 euros al mes En sus campos se producen habas, alcachofas, pimientos del piquillo, pimientos morrones y aceite de oliva virgen extra, controlados por los mismos trabajadores en todas las fases de producción. Las tierras, situadas en la Vega del Genil, son propiedad de "toda la comunidad" y además cuentan con una fábrica de conservas, una almazara, invernaderos, instalaciones de ganadería y una tienda. El salario de todos los trabajadores, sin importar cuál sea su puesto, es de 47 euros por jornada, seis días por semana, a razón de 1.128 euros al mes por 35 horas semanales. Esto es un ejemplo lo que podemos hacer los españoles, sin depender de nadie, es hora de aprender