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lunes, 6 de mayo de 2013

El dogma neo liberal

Ha dominado la cultura política, económica y mediática de los países del Atlántico Norte desde la década de los años ochenta del siglo pasado. Este dogma cree que la crisis actual se debe a un gasto público excesivo que había ahogado con su peso a la economía, privando de fondos y recursos al sector privado imposibilitándolo a que actuara como motor de la economía Los recortes se aplican predominantemente en los gastos públicos sociales, pues se asume, además, que la supuestamente excesiva Protección Social estaba relajando a la clase trabajadora (redefinida como clase media), perdiendo competitividad. Ellos consideran que los derechos laborales y sociales se ha atrofiado, extendiéndose demasiado, afectando con ello su productividad. Contribuyendo a esta pérdida de productividad, había habido un abultado crecimiento salarial en la mayoría de los países (y muy en especial en los países periféricos de la Eurozona) que había disparado los precios de los productos, obstaculizando así la capacidad exportadora del país. Se requería, por lo tanto, toda una batería de intervenciones públicas, que incluían desde la reducción de aquellos derechos laborales y sociales a la puesta en marcha de reformas laborales que tenían como objetivo disminuir los salarios. La aplicación de tales políticas ha conllevado una crisis tremenda, deteriorándose más y más la situación económica de tales países, alcanzando unos niveles de desempleo nunca antes vistos. El bienestar y calidad de vida de las clases populares se ha deteriorado de una manera muy alarmante. En realidad, la crisis se ha centrado en las clases populares, que son las que están sufriendo más los efectos negativos de tales políticas. Estas políticas están creando una enorme crisis de la democracia pues ninguna de ellas se está llevando a cabo consecuencia de un mandato popular, pues no estaban anunciadas en los programas electorales de los partidos gobernantes que las están implementando. En realidad estas políticas son enormemente impopulares. Los únicos sectores sociales que apoyan tales políticas son las rentas superiores y los establecimientos financieros y empresariales (de grandes empresas exportadoras) que son las únicas que se benefician de tales políticas. Las clases populares (que son la mayoría de la población) se oponen. El hecho de que tales políticas continúen existiendo y aplicándose se debe al enorme poder de los establecimientos financieros, empresariales, mediáticos y políticos que son los beneficiarios de esta crisis actual. Así de claro.
Hace nada hablar de la revolución era como querer quedar en evidencia, una muestra de quijotismo incurable. Alguien se pregunta, ¿tenían que escenificar delante de los desahuciados el fingimiento de aceptaba su Iniciativa Legislativa Popular para después suprimirla y tergiversarla?, ¿tienen que proclamar que Ada Colau es casi como Hitler? ¿Necesitan hacerse los ofendidos con los escraches, a los que se criminaliza para poder culpar a las víctimas?, Demuestran que su programa B es el que han proclamado con la boca pequeña, cuando dijeron que había que forrarse, o cuando aquel hijo de papá gritó aquello de: "¡Que se jodan!" Es el más certero autorretrato de la casta que nos gobierna. Pero semejante desdén es algo peor que una crueldad. Es un error político de primera magnitud, pues los ciudadanos ni merecen ni perdonan al gobernante que les pierde el respeto y les trata de esa forma. En vísperas de la “primavera árabe”, esto parecía un hogar de jubilados para los que la vida ya no tiene mayor aliciente que jugar al dominó. Eso sucedió hace como quien dice, ayer. Hasta entonces, la palabra revolución se había quedado para la historia y para las causas perdidas por la que batallaban países lejanos. Ellos creen que podrán dormir a pata suelta hagan lo que hagan, y también que esos “políticos” piensen que el mayor sobresalto puede ser una reforma. Pero cuando no se puede reformar ni tan siquiera una miserable ley hipotecaria que rechaza la casi totalidad de la población, no parece que haya mucho espacio para las reformas. Es por eso que cuando ahora hablas de revolución, nadie hace ya bromas sobre las causas perdidas.