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lunes, 30 de septiembre de 2013

COMO SIEMPRE MÁS DE LO MISMO

Los despidos y la pérdida de derechos económicos y laborales no cesan, como tampoco lo hacen los recortes y la destrucción de servicios públicos como educación, sanidad, pensiones, dependencia, transportes, vivienda,... mientras somete a un atropello ideológico a los colectivos sociales más desfavorecidos e indefensos. La población española anuncia un otoño lleno de manifestaciones y protestas contra las políticas del Gobierno del Partido Popular.
El pasado mes de julio, el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), órgano a través del que se materializan las ayudas, reconoció unas pérdidas de 26.000 millones de euros en 2012, que se suman a los 10.000 millones perdidos en 2011. En total, 36.000 millones que se dan por perdidos. Al igual que en el caso de las EPA, tampoco se incluyen en estas ayudas los avales del Estado a emisiones de entidades de crédito, concedidos para facilitar su acceso a los mercados de capitales, ni los apoyos privados a los procesos de recapitalización y reestructuración, materializados, por ejemplo, en ampliaciones privadas de capital o en asunción de pérdidas por ejercicios de gestión de híbridos.En cuanto a los avales concedidos por el Estado a las entidades hay que tener en cuenta que, además de suponer un coste para las mismas que reduce el del Tesoro, son objeto de cancelación a medida que vencen las emisiones, señala el Banco de España. Las pérdidas finales no se podrán conocer hasta el final del período de vigencia de cada uno de los citados esquemas (la estimación de pérdida esperada se revisa anualmente por parte del organismo que lo ha concedido).
No es solo una crisis cíclica más del capitalismo. Porque estamos delante de la primera gran crisis estructural del modelo de globalización neoliberal, ante una gravísima crisis que pone en tela de juicio la versión más neoliberal del capitalismo. Desde los años ochenta, y tras la caída del muro de Berlín y la desaparición del contrapoder que representaban los países del Este, la desigualdad se ha extendido a escala planetaria: la riqueza se redistribuye de forma injusta en los países más desarrollados, caen los salarios reales de los trabajadores, lo que se traduce en la disminución del peso de las rentas de trabajo en la renta nacional, los asalariados pierden derechos y las reformas sociales y fiscales causan un grave retroceso en los modelos de distribución más justa de la riqueza. En este período se propició que los ricos ganaran más, alguno muchísimo más, y que, al tiempo, pagaran menos impuestos en detrimento del resto de la sociedad. Esto tiene consecuencias. Los trabajadores y las clases medias dedicamos el grueso de nuestra renta al consumo, lo que fomenta la demanda de la economía real. Por el contrario, el exceso de riqueza de la minoría social genera un exceso de liquidez que se dirige a los mercados financieros y bursátiles, favoreciendo así la economía financiera y la especulación y no la economía real. Sirvan aquí las palabras pronunciadas en 1933 por el entonces presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Marriner S. Eccles, para explicar la crisis de 1929: «La producción masiva debe ser acompañada por el consumo masivo, lo que a su vez exige una redistribución de la riqueza. Allá por 1929, una creciente proporción de la riqueza se concentraba en unas pocas manos. Pero reduciendo el poder de compra de los consumidores, los acumuladores de capital se negaron a sí mismos la demanda que sus productos necesitaban para justificar nuevas inversiones. En consecuencia, como en una partida de póquer en la que las fichas se acumulan cada vez en menos manos, los otros jugadores sólo podían seguir en el juego pidiendo crédito. Cuando el crédito se acabó, se acabo, se acabo el juego>>.Esta crisis afecta con especial intensidad y dramatismo al Estado español porque golpeó los pies de barro, de arena en realidad, sobre los que se había levantado lo que la derecha llamó «el milagro económico español»: la década expansiva de crecimiento de 1996 a 2007 que estalló abruptamente hacia el final de 2008. Una expansión económica falsa, asentada sobre la estela de la burbuja inmobiliaria, la sagrada alianza entre la oligarquía financiera y los promotores de la construcción, que lanzó la actividad económica al precio de corroer las bases reales de la economía del país. Porque esta crisis tiene culpables, que en nuestro caso son los responsables financieros que enladrillaron el país, que enladrillaron sus balances, que endeudaron a las familias de por vida y que endeudaron al país con la banca extranjera para décadas.