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sábado, 16 de noviembre de 2013

VOLVER

Durante los últimos treinta años, cerca de dos millones y medio de andaluces abandonamos nuestras tierras, nuestros pueblos y nuestras viviendas y emprendimos el camino de la emigración. La riada migratoria se ha mantenido «in crescendo» hasta 1983, año en el que por primera vez el número de emigrados ha sido similar al de inmigrados. Desde entonces hasta hoy, el saldo migratorio de la comunidad andaluza se mantiene en equilibrio, debido, según unos, a la mejora de las condiciones socio-económicas de la región (crecimiento continuado de la actividad económica), y, según otros, a la escasez de oferta laboral en otras regiones o países como consecuencia de la generalización de la crisis económica. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que el flujo de trabajadores andaluces hacia otras regiones españolas o hacia el extranjero ha ido decreciendo desde el año 1975, hasta alcanzar el punto de equilibrio en los años finales de la década de los 80. Los andaluces ya no se marchan de sus pueblos; la cuestión ahora estriba en saber si los dos millones y medio que un día los abandonaron estarían dispuestos a regresar. Conocer la opinión real de ese enorme colectivo andaluz que vive alejado de su tierra de origen es muy complejo. La actualización del censo en Andalucía ha permitido saber que el número actual de emigrados andaluces asciende a 2.271.851, de los cuales 1.864.851 residen en otras comunidades de España y los restantes 407.000 en el extranjero. Distribuidos por comunidades autónomas, destaca en primer lugar Cataluña, con 957.157 (la mitad de la emigración interior), seguida de Madrid (347.118) y la Comunidad Valenciana, con 225.631. Los residentes en el extranjero se distribuyen de la siguiente manera Francia (100.000), RFA (40.000), Suiza 20.000 Reino Unido (15.000) y Holanda (10.000), además de los 150.000 que, aproximadamente, viven en países de América Latina. Hoy en día los andaluces que habitan en Andalucía se ven en la necesidad de volver a retomar el camino de la emigración, la pregunta que me realizo es la siguiente: ¿Podrá este nuevo colectivo de emigrante volver algún día a sus raíces? O nos pasara como a muchos de nosotros entre los cuales me incluyo, ya no volveremos tenemos enterrado en la tierra que habitamos a nuestros mayores y algunos a algún hij@. Volver de vacaciones a nuestro orígenes no es volver, volver es empezar de nuevo a asentarnos, vivir el día a día de los problemas que atañen a nuestro País andaluz, con una idiosincrasia, muchos de todos nosotros nos sentimos extranjeros en nuestra tierra que nos vio nacer. Un intimo amigo mío que un día decidió retornar me comento lo siguiente “ José, no me habituó a estar aquí, pues me siento extraño, mis amigos con quien he pasado la mayor parte de mi vida, os habéis quedado allí. Me dio cuenta que no es lo mismo volver en vacaciones que volver a asentarte en tu tierra”. Este amigo hoy lo tengo aquí, pues ha vuelto a donde ha trabajado toda su vida, donde tiene a sus hijos y nietos, me confeso que ahora se siente Feliz. La pregunta que me hago ¿estamos dispuesto a volver? O por el contrario, hemos quemado nuestras naves, para no regresar.
Allá donde estemos nos siempre nos tenemos que enfrentar con un gigante con los pies de barro, por culpa de el nos tuvimos que ir de nuestra tierra, solo tiene un nombre, aunque se puede aparecer con diferentes, es el Capital. Para desmembrar al gigante, para romper en pedazos sus pies de barro y hacer que todo él se desmorone. Mal lo tenemos si no logramos darle le vuelta al balance, si no logramos que quienes luchamos seamos más que quienes se desentienden de la batalla. Una batalla que hoy como ayer se libra en el pensamiento. Pero cuidado, que no se trata de lograr que todo el mundo piense a nuestro modo, pero sí de lograr que las gentes de nuestro derredor dejen de pensar al modo que conviene a nuestros opresores. Las acciones revolucionarias siempre se basaron en la difusión de ideas, ya fuese por medio de periódicos, panfletos u oralmente. Mientras esa conciencia no despierta, nos mecemos en la conformidad, nos comportamos de modo sumiso, resignado y dejamos en la estacada a quien sea que inicia la acción.. Esta es una lucha que involucra a toda la población, ricos y pobres, acomodados y desposeídos. No hay neutrales. Unos están con los opresores y otros con los oprimidos.