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sábado, 21 de diciembre de 2013

ABORTO Y POLITICA

Ninguna mujer va a abortar por gusto, la realidad de su vida y su circustancia determinan su decision, la mujer es dueña de su propio cuerpo, nadie puede decidir por ella. Después de haber pasado por esa fase de informes médicos, la mujer será sometida a charlas informativas sobre las consecuencias de la intervención y las ayudas a la maternidad, lo cual actualmente suena sin duda a sorna y burla cruel. Pero todavía no ha terminado el proceso. Después de esto debe transcurrir un periodo mínimo de siete días de reflexión para que la mujer piense lo que va a hacer. Es decir, el proceso se alarga infinitamente con el objetivo de que transcurra el tiempo y así la mujer abandone su determinación de interrumpir el embarazo. Pero, además, sabiendo que su feto tiene una malformación grave, todavía tiene que verse humillada escuchando charlas para disuadirla. También cabe añadir que, en caso de que una mujer aborte fuera del plazo estipulado o en supuestos no recogidos –es decir, en pleno ejercicio de lo que debería ser su derecho–, no será penalizada, pero sí lo será el profesional que realice la intervención. Una medida para disuadir también al personal médico y que obedezca a pies juntillas la norma. Destroza a los que ya han nacido, tanto adultos como jóvenes, y sí, también los niños. Como en marzo de este año, cuando la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha denegó el transporte sanitario a un bebé de cinco meses con un 70 por ciento de discapacidad. O hace un mes, en noviembre, cuando también el Gobierno de Cospedal retiró la ayuda económica a un niño de siete años con parálisis cerebral severa. En ambos casos tuvo que echar marcha atrás debido a las presiones recibidas, pero esto muestra perfectamente la doble moral de quien gobierna este país. Desde la promulgación de la ley del aborto del PSOE en 2010, muchos medios de comunicación conservadores se han hecho eco del supuesto aumento del número de abortos. Pero no hay que olvidar que antes de la ley se hacían clandestinamente y no quedaba constancia. Siempre se ha abortado y siempre se abortará. La cuestión es si se ofrecen a todas las mujeres los mismos derechos o sólo a aquellas que pueden pagar una clínica privada o marchar a Europa. La clave se encuentra, de nuevo, en los privilegios de unos pocos. La doble moral de la derecha religiosa más reprimida, cuyos miembros van el sábado al burdel y el domingo a misa. El ala más reaccionaria ha llegado a pensar que las mujeres usarían el aborto como método anticonceptivo. Eso demuestra de por sí la baja consideración que tienen por la inteligencia femenina. Ninguna mujer en su sano juicio sería capaz de acudir a abortar cada vez que mantenga relaciones sexuales o tomarse el aborto como una excusa para no usar protección. No se trata de prohibir, sino de concienciar. En primer lugar, educación sexual en los colegios.
La política toma visos agresivos cuando analizamos las amenazas y cantos de sirena que gobierno y oposición lanzan contra las manifestaciones y actos de protesta en el espacio público con que los ciudadanos muestran su rechazo frontal al statu quo. Aquí y ahora, la derecha utiliza un arsenal de medidas legales y administrativas, que van desde el Código Penal hasta la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, para meter en vereda a quienes se salen de los cauces de lo políticamente correcto al plantear sus quejas. La izquierda franquiciada, por su parte, emplea todas sus energías en convencer a los disidentes sobre la bondad del voto útil, saboteando el activismo público como un gesto tan romántico como testimonial. Así, una y otra opción, coinciden en su voluntad de desarmar la razón de ser de los movimientos sociales autónomos. En la formalmente democrática España, el ejecutivo del Partido Popular persigue la misma deriva con la propuesta de Ley de Seguridad Ciudadana, que no es sino un obús dirigido contra la línea de flotación del 15M, cuyo radical presentismo está logrando cortocircuitar el discurso oficial. Es la amplia base ciudadana la que empieza a percibir la inutilidad de una minoría dirigente y explotadora, mientras ella estrecha lazos de empatía humanitaria. Todas las revoluciones han tenido su punto de ignición en la calle. Todas estas reformas de leyes , es un torperdo en la linea de flotación de la democracia.