Según los datos del Banco de España publicados
el viernes 14/03/2014. En el desglose por comunidades, Catalunya,
Comunidad Valenciana, Madrid y Andalucía concentran el grueso del
endeudamiento autonómico, con el 65,3% del total. Así, la deuda de
Catalunya alcanza los 57.146 millones de euros, seguida de la
Comunidad Valenciana, con 31.884 millones de euros; Andalucía, con
23.898 millones, y Madrid, con 22.104 millones de euros. A
continuación figuran Castilla-La Mancha (11.343 millones de euros),
Galicia (9.131 millones de euros), País Vasco (8.225 millones),
Castilla y León (8.183 millones), Islas Baleares (6.586 millones) y
Murcia (5.543 millones). Cierran la tabla Aragón (5.369 millones),
Canarias (5.281 millones), Navarra (3.101 millones), Asturias (3.052
millones), Extremadura (2.630 millones), Cantabria (2.178 millones) y
La Rioja (1.143 millones).
El mejor indicador de que el decrecimiento es la
más adecuada para retratar lo que defiende es aporta el hecho de que
no suscita, en la calle y en los movimientos de base, esa impresión
negativa que algunas personas, legítimamente, le atribuyen. Antes al
contrario, una de las sorpresas agradables de los últimos meses es
el hecho de que el proyecto correspondiente no sólo es defendido,
entre nosotros, desde el ecologismo radical y el mundo libertario: a
él empiezan a sumarse sectores de lo que llamo la izquierda
tradicional, esto es, y para entendernos, el mundo de los partidos
socialistas y comunistas. Que la realidad del decrecimiento empiece
a suscitar atención en determinados circuitos que se mueven en
países del Sur y oeste de Europa. Hay que conseguir que
en esta sociedad occidental el cambio necesario de la vida cotidiana
y del modo de consumo. Hay que ser consecuente que una
parte significativa de la ciudadanía cuestione abiertamente el
imaginario del crecimiento en la producción y en el consumo. La
tarea no tiene que ser inabordable. A mi pobre entender cada vez son
más evidentes los signos de que el crecimiento económico tiene, en
las sociedades opulentas, poco o nada que ver con la felicidad de las
gentes. No sólo eso: la crisis en curso, aunque bien puede servir de
estímulo para ambiciosas e inmorales operaciones de amedrentamiento
de la ciudadanía, abre ventanas interesantes en la medida en que
coloca delante de los ojos muchos de los elementos de sinrazón del
sistema economico que padecemos. Con la propuesta del decrecimiento
no puede seguir un camino paralelo y asumir una lamentable absorción
en la lógica del capitalismo. Es sospechoso que en este caso esa
integración es mucho más difícil. Si, por un lado, el capitalismo
a duras penas puede resistir un horizonte que no implique, al menos
en intención, el crecimiento permanente en la producción y en el
consumo. No seremos dignos de la estima de quienes nos sucedan si no
luchamos por defender los derechos que el capitalismo nos roba día a
día. Son nuestros derechos y son los de nuestros hijos. Nuestra
generación se ha beneficiado de las luchas que sostuvieron las
generaciones que nos precedieron. Hoy somos nosotros quienes estamos
en el frente. No cabe sino comportarse con la dignidad que nos
corresponde. No lo será en la medida que nos inhibamos, que nos
quedemos en casa esperando que otros den la batalla. Tarea nuestra es
llamar a la puerta vecina, explicar lo que está ocurriendo, invitar
a la gente a sumarse del modo que pueda a esta lucha que atañe a
todo el pueblo. De no hacerlo así, nuestra derrota está cantada.
Ya han pasado las fallas, la ciudadania esta cansada de tanta crisis,
la falta de recursos economicos no ha sido suficiente para que el
personal se quede en casa. El pueblo tiene necesidad de sentirse
vivo, aunque sus bolsillos no lleven más que telarañas. Estamos
pues ante un decrecimiento economico impuesto por esta sociedad del
capital. Pero el pueblo ante todo necesita sentirse vivo. Y vivir es
volver a tomar la calle, no solo como consecuencia de sus
reinvindaciones sociales, tambien como espacio ludico, pues la
amargurade no llegar a final de mes, el no tener trabajo, en
definitiva el de no tener recursos economicos para su casa y entorno,
no significa que se tengan que encerrar como unas mojas de clausura
en su cubiculum. Ante todo por mucho decrecimiento economico que
haya, el ser humano necesita sentirse vivo, saliendo a respirar y
olvidarse de penas y sufrimientos.