Ya se han terminado
las fallas, la Magdalena, la fiesta de Castellón ya han terminado, la vida
sigue los mismo que ante de empezar las fiestas, la euforia del momento ya ha
pasado y de nuevo tenemos nuestra realidad en enfrente de nosotros y no nos
podemos evadir, aunque quisiéramos de lo que tenemos.
Vivimos un momento
histórico donde las ideologías políticas han llegado a un callejón sin salida.
Gran parte de la sociedad vive la decepción y el rechazo generalizado a todo
aquello que inviste la institución. El engaño, la falsedad, la mentira… durante
años la palabra del político ha estado desvalorizada. Hoy, la mayoría de las
personas no tiene fe, ilusión ni esperanza en el “candidato” de turno porque
sus grandes promesas “de futuro” saben que nunca se harán realidad, es un hecho
empírico. La corrupción generalizada lo confirma. La vida política (con todo el
poder) y la vida pública (el pueblo, ausente de poder por usurpado) ha
derrocado su puente, su vínculo vital. Los intelectuales más preparados del “sistema”,
admiten la decadencia y el fracaso, aun así, continúan defendiendo el capitalismo
y hablan de reformas: “Hoy, la situación no es la misma que la de los años 30
del pasado siglo, la gente es más culta, está más preparada… a pesar de todo,
se goza de una calidad de vida nunca vista… así, son necesarias nuevas reformas
para flexibilizar oportunidades de trabajo, impulsar la producción, dinamizar
la competitividad…” En resumen, esta gente quiere algo parecido a “humanizar el
capitalismo”, cosa imposible por incompatible, exactamente igual que su
iniciativa de una “economía verde”. El capitalismo salvaje y la tecnología son
herramientas políticas de la invisibilidad: Se destruyen montañas, se
contaminan territorios, océanos, tierras fértiles, se exterminan especies, se
fabrica armamento, mueren millones de inocentes… pero, “no quiere verse” tal
realidad porque nos hemos “abstraído del tiempo”, de los “ritmos sagrados” de
la naturaleza a la cual pertenecemos. Todo aquello trágico acontece “invisible”
por ser resultado de puestos de trabajo (la naturaleza como objeto de
explotación y de negocio), jornal o apoyo de las familias. Es comodín del
lenguaje político la monetización general.
Así, ningún político es capaz de hablar de “decrecimiento” o de hacerle
frente a las multinacionales criminales que devastan territorios, hábitats y
pueblos, al contrario, les darán apoyo y privilegios con la música de fondo de
sus hipócritas RSC y Fundaciones.
La influencia por las
estimulaciones de la media es imponer el pensamiento americanista único, el pensamiento unitario promovido desde
Hollywood y patrocinado por campañas publicitarias, haciendo del hombre
un ser que se aleja de sí mismo, una persona que no se conoce ni así
misma. Estamos ante un hombre postmoderno que las cosas se han apropiado de sus
libertades personas que cada vez más
tienen nulo capacidad de crítica, esto lo aprovecha la media para imponer su
discurso, se está creando un hombre dependiente que no sabe lo que es tener
relaciones interdependientes fructíferas, entonces lo que se vive es
bajo un tapiz que es el artificial, un tapiz de la naturaleza caída del ser humano.
La posibilidad de
reemergencia de la lucha de clases, nos plantea la necesidad de debatir y luchar
por un programa de emergencia social, para que las trabajadoras y trabajadores
no sigamos pagando esta larga crisis que pesa sobre nuestras espaldas.
Todo no se ha perdido empieza de nuevo a emerger “La
Lucha de Clases” y miles de conciencias despiertan. Un programa que, frente al
paro masivo, señale claramente la lucha por el reparto de las horas de trabajo
sin rebaja salarial, acompañado de un aumento del salario mínimo
interprofesional. Un programa que apunte a remunicipalizar los servicios
públicos, sin más dilaciones, y poner su gestión bajo control de trabajadores y
usuarios, los únicos interesados en dar respuesta a las necesidades sociales.
Que exija la nacionalización de las grandes empresas eléctricas, y la
expropiación de los pisos vacíos en manos de los bancos, para armar un parque
de alquileres sociales y terminar con el drama de miles de familias sin techo,
entre otras medidas urgentes.