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sábado, 22 de abril de 2017

EMPRESA RICA, TRABAJADOR POBRE

En los años de la crisis (2008 a 2013), con una fuerte destrucción de empleo y rebaja de salarios, los trabajadores perdieron 2,2 puntos de PIB, que ganaron los beneficios de las empresas. Pero quizá resulta más llamativo lo que ha sucedido en los últimos tres años (2014-2016), en los que, a pesar de que el PIB ha crecido 8,6 puntos porcentuales en términos acumulados y el empleo asalariado ha aumentado en 1,2 millones de personas, la remuneración de asalariados apenas ha ganado participación en el reparto de la tarta de la riqueza nacional (solo tres décimas, del 52,4% al 52,7%). En 2016, incluso, el trozo de los asalariados y asalariadas ha vuelto a reducirse, en tres décimas de PIB. Esto se ha debido a que, aunque la remuneración de asalariados ha crecido un 3,1 en términos nominales, los excedentes empresariales lo han hecho aún más, un 4,4%. Parece que, cuando la economía va mal, las empresas se llevan más parte de la tarta, y cuando van bien… también. En total, de 2008 a 2016 los salarios han perdido 2,9 puntos porcentuales de peso sobre la Renta Nacional, del 54,6% al 52,7%). La mala calidad del empleo, cada vez más precario, y los bajos salarios que lleva aparejado ese empleo inestable y de baja productividad. A la elevada temporalidad del empleo que ha caracterizado el marcado laboral español desde mediados de los años ochenta del pasado siglo, las sucesivas reformas laborales han ido incrementando los grados de precariedad, hasta que definitivamente la reforma del Gobierno del PP de 2012 ha desquiciado las relaciones laborales de nuestro país, elevando hasta niveles desconocidos antes esa precariedad del empleo, y ha otorgado un poder desmesurado a los empresarios, deteriorando las condiciones de trabajo y degradando el salario.
Y  un tradicional comportamiento de buena parte de las empresas de nuestro país centrado en la obtención de importantes beneficios a corto plazo y con una preocupante aversión al riesgo y a la innovación, amparado, de un lado, en situaciones de mercado con excesos de demanda o protegidos de la competencia, y de otro, en el bajo coste de la mano de obra y la excesiva flexibilidad de su uso, primando el recurso al despido y la rescisión de contratos como primera forma de ajuste en cuanto llegaban situaciones de dificultad económica o financiera. Estas grandes disfunciones  estructurales hacen prever que el crecimiento económico actual, por sí solo, no vaya a lograr un reparto más equilibrado de la renta, muy necesario para consolidar el consumo de las familias y promover una mejora generalizada del nivel de bienestar de la ciudadanía. Se necesita del estímulo añadido de dos factores: de un lado, la actuación decidida del sector público, impulsando las condiciones idóneas para lograr un cambio de modelo productivo generador de empleo de calidad, mejorando la cobertura del sistema de protección social y reformando el sistema fiscal para hacerlo más redistributivo; de otro lado, reequilibrando las fuerzas de empresas y sindicatos en negociación colectivas para un acercamiento de los trabajadores a la economía real y a la no pérdida de poder adquisitivo.
Hoy con más de cuatro millones de  desempleados, no puede ser. Hay que fomentar trabajo que mejoren nuestro bienestar, dicho bienestar aumentará de manera vertiginosa. Al remunerar determinadas actividades que son necesarias para la sociedad, estas dejan de ser voluntarias y pasan a la esfera pública, dignificadas, lo que incrementa el PIB al contabilizar una actividad que antes no se consideraba. La renta básica es otra opción, además, perfectamente compatible con el trabajo garantizado. Creo que debemos aspirar a una renta básica mayoritariamente en especie, es decir, que cada ciudadano solo por el hecho de haber nacido ya tenga derecho a un alojamiento, a una educación, a una sanidad, a una determinada cantidad de alimentos, etc. Y, después, quiere y puede trabajar en una serie de actividades que redunden en el bienestar de todos, que pueda hacerlo. El Estado sería el último garante de este tipo de derechos reconocidos.