Campañas electorales
pagadas por la red, sobresueldos, regalos, mordidas. Una red que profundizó en
la administración desde los años 90 hasta “parasitaria”, con decenas de cargos
públicos implicados, “la corrupción -decía Morocho- en estado puro“. Así ha
descrito la trama Gürtel cuando el diputado de Ciudadanos, Toni Cantó, le pedía
que se lo explicara a un adolescente que no supiera nada del caso. “Una
organización que ha operado durante mucho tiempo, que ha calado hasta niveles
muy profundos en administraciones públicas hasta llegar a parasitarias y
absorber la capacidad que tiene un responsable político para adjudicar y gestionar
fondos públicos. Orientaban esa opción que tiene un responsable político en
beneficio personal, es decir, el concepto de corrupción en estado puro”.
El principal
investigador de la Gürtel ante la Comisión de financiación del PP ha descrito
el funcionamiento del Partido Popular como una trama de financiación irregular,
activa principalmente en las comunidades de Madrid, Valencia, Galicia y
Castilla León de la mano de Francisco Correa y los grandes contratistas. En una
comparecencia extensa, el inspector jefe de la UDEF Manuel Morocho ha descrito
ocho años de la instrucción de Gürtel, el caso al que más años ha dedicado de
su carrera y el más complejo, según ha confirmado en el arranque.
Con meticulosidad,
contención y la prudencia del cargo, Manuel Morocho ha ido desgranando las
conclusiones. El mecanismo de la Gürtel siempre era el mismo. “Empresas adjudicatarias
de obra pública que asumían el coste de actos publicitarios y electorales de la
formación política local para una campaña electoral concreta (de 2003/2004)
mediante la mecánica de generar unos contratos o facturas por unos supuestos
servicios prestados por las empresas de Francisco Correa a estas constructoras
y que le permitían hacia el exterior justificar un trasvase de fondos” dijo.
El símbolo es un
concepto que se utiliza para representar una idea que se percibe a través de
los sentidos cuyo significado es aceptado socialmente. El uso de los símbolos
ha sido utilizado por la humanidad a lo largo de la historia, y es un recurso
muy útil para transmitir una idea o concepto. En la actualidad las “marcas”
comerciales hacen uso de sus propios símbolos como estrategia identificativa. Otro
ejemplo que podemos utilizar es el de las señales de tráfico, a través de su
simbología nos muestran cómo debemos actuar en cada momento: señal de stop,
ceda el paso, etc. Todos ellos son símbolos aceptados socialmente y conocidos
por todos y todas. La iconografía simbólica impregna un amplio espectro
cultural, si hablamos de la “justicia” a todos nos vendrá a la cabeza la imagen
de una mujer con los ojos vendados sosteniendo en su mano izquierda una balanza
y en su mano derecha una espada.
España tiene tres
banderas con han mantenido enfrentados a buena parte de la población: la
tricolor republicana, la roja y gualda con el águila de San Juan, utilizada
durante la dictadura franquista y la roja y gualda con el escudo monárquico. Estos
tres símbolos cumplen su función únicamente en una parte de la población,
mientras unos se sienten representadas por una, no lo hacen por las otras dos.
Por lo tanto ninguna de las tres cumple con la función simbólica de representar
a la totalidad de la población española.
La situación de la monarquía es similar. Una monarquía impuesta y
heredera del régimen dictatorial anterior, nunca ha sido sometida a referéndum
(el propio A. Suarez reconocía que la habían colado por la puerta de atrás) y
una parte de la población no se siente representada por la monarquía, por lo
tanto si la función del rey es el de simbolizar la unidad de España, este
objetivo no es conseguido ya que una parte importante no se siente representada
por éste. Por lo tanto para validarlo como símbolo, debe ser llevado a las
urnas, y su resultado aceptado por la totalidad de la población.