(Conjunto
de personas, instituciones y entidades influyentes en la sociedad o en un campo
determinado, que procuran mantener y controlar el orden establecido.)
El
establishment del Estado español estaría formado por las élites financiera-empresarial,
militar, jerarquía católica, universitaria y más media del Estado español,
herederos naturales del legado del General Franco que habrían fagocitado todas
las esferas de decisión (según se desprende de la lectura del libro “Oligarquía
financiera y poder político en España” escrito por el ex-banquero Manuel Puerto
Ducet), e iniciado asimismo una deriva totalitaria que habría ya convertido a
la seudodemocracia española en rehén del establishment.
El
concepto de estabilidad o equilibrio se refiere a un sistema que permanece
estable aunque registre un cambio, principio que trasladado a la esfera
política se traduciría en la Reforma del Régimen del 78 sin alterar sus
principios esenciales (Monárquico, jacobino y neoliberal), tesis que defenderían
los partidos del establishment dominante del Estado español (PP y Ciudadanos).
En la orilla antónima, encontramos el concepto de cambio cualitativo o
discontinuidad que se produce cuando simples cambios cuantitativos pasan a ser
otra cosa diferente y el sistema se transforma internamente de modo radical en
una nueva realidad que modifica su situación de equilibrio interno y se crea
una situación nueva (Nuevo Régimen), tesis defendida tan sólo por Podemos y los
grupos independentistas periféricos y que es asociada por el aparato mediático
del sistema dominante (más media) con el advenimiento del caos. El actual
sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la
dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular
los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico,
miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una
sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de
manipulación de masas. En consecuencia, la estrategia electoral de los partidos
del establishment se basará de nuevo en el mantra de la recuperación económica
edulcorada con sibilinas promesas de aumento del techo de gasto autonómico,
subidas salariales a funcionarios y jubilados así como reducciones fiscales al
estar la sociedad española integrada por individuos unidimensionales que no
dudarán en primar el “pan y circo” frente al vértigo que suscitan las utopías.
Así, tras las próximas elecciones Generales, es previsible la formación de un
Gobierno PP-Ciudadanos. Se podría escenificar la metamorfosis del Régimen del
78 y mediante una reforma edulcorada de la actual Constitución vigente,
implementar un Estado monárquico, jacobino y eurocéntrico, estaríamos siguiendo
esta máxima (“Cambiar todo para que nada cambie”).
El
gobierno del PP está en la cuerda floja, como demostraron las movilizaciones de
mujeres y pensionistas y estos Pactos quieren garantizar la “paz social”. Pero
por mucho que alardeen de “recuperación económica” la verdad es que el gobierno
miente, los recortes continúan, el artículo 135 de la Constitución sigue
vigente y la deuda se sigue pagando, y esto es lo que manda en el control del
gasto público. ¿Quién se fía de un gobierno que durante años cada Consejo de
Ministros firma nuevos recortes?
Cuando
usted esté leyendo esto quizás se hayan acumulado suficientes eventos nuevos
que habrán vuelto a competir por las primeras pantallas. Entre otras cosas,
nada ni nadie podrá impedir que, en breve, se descuelguen las espadas que
tienen escritas en sus hojas los nombres de Gúrtel/PP y Urdangarin/Monarquía,
cuyas sentencias se presumen muy afiladas, quizás sangrantes. A diferencia de
la de los años 70 del siglo pasado, en esta ocasión la clase política representativa
de un modelo condenado a muerte ofrecerá mucha más resistencia que aquellos
miles de cargos de la dictadura franquista, que aceptaron que su tiempo había
terminado. Tampoco es de poca importancia el hecho de que hoy no estamos tan
seguros de hacia dónde nos dirigimos como lo estuvimos entonces, aunque hoy
sabemos lo mucho que nos equivocamos.
En
cualquier caso, cada vez es más evidente que España está abocada a una nueva
transición, en la que el papel de Europa podría ser, quizás ya lo haya sido, decisivo.
Por una vez. Por fin. La manera en que esta humillación total sea digerida por
la sociedad española determinará claramente nuestro futuro. A los dirigentes
políticos que han protagonizado el 155 y jaleado la justicia represiva española
contra los independentistas catalanes les corresponde retirarse inmediatamente
de la escena y dejar paso a otros que, además de democráticamente no tan
sucios, no nos obliguen a escuchar cómo se desmienten a sí mismos mientras se
disfrazan de coherencias imposibles.