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lunes, 10 de octubre de 2011

ORGANIZACIÓN SOCIAL


El paradigma de organización social cambió al final de la Edad Media, pasando del feudalismo al Estado moderno gracias a la separación del poder político del lastre histórico del poder religioso. A pesar de ser una modificación que tardó muchos años en producirse, se repetirá de forma mucho más acelerada en las próximas décadas: gracias al ritmo vertiginoso que nos imponen las nuevas tecnologías. Sólo que ahora será imprescindible que la sociedad se organice a partir de otra separación: la voluntad soberana del pueblo deberá librarse del poder político como lastre encubridor de otro más real y esclavista, el poder económico.El reparto de Europa por parte de los especuladores financieros tiene varias fases. En las primeras, se trataba de poner bajo el yugo del poder económico a los “europeos pobres” con la excusa del aperturismo político y la socialdemocratización. Una vez cerrada la jaula con barrotes de euro, pasamos al reparto de papeles en este teatro… el que ha correspondido a España no es otro que el de agasajar en sus playas a los “europeos ricos” que desean disfrutar del clima y la geoestrategia de turismo privilegiado (industrias bélicas aparte).

Cada día me resulta más evidente que la crisis es un instrumento de las élites para eliminar a la población sobrante según sus cálculos, empeorar las condiciones del trabajo y perpetuar el sistema capitalista bajo una nueva fórmula más lucrativa. Los problemas de superpoblación ya no pueden resolverse con guerras, genocidios o hambrunas como se hizo hasta el siglo XX. Ahora han ideado sistemas más sutiles y menos vistosos. La reducción del gasto en sanidad, la proliferación de las drogas, la medicación crónica, el deterioro de la calidad de los alimentos y del agua son ahora las formas de eliminar a los enfermos, los mayores y los improductivos, también a los subversivos. Las cúpulas de poder siempre han tenido gran interés en controlar la evolución de la especie humana. La política en estos momentos consiste en ahogar a las clases que pueden resultar peligrosas para que dejen de tener hijos, empeorando su salud y sus condiciones de trabajo y de vida. El trabajo será presentado no como un derecho, sinó como un privilegio de quienes se muestren condescendientes. Las políticas de distribución del trabajo no entran en los planes del capital, pues prefiere una escisión en la sociedad entre productivos e improductivos, de tal forma que se vea apoyado al menos por la mitad de la población, que considere a la otra como haraganes. En este sentido cabe interpretar la nefasta comparación del máximo representante del liberalismo en Catalunya, Durán i Lleida, entre los payeses catalanes y los jornaleros andaluces. La creciente creencia de que los parados lo están por que prefieren vivir a costa del estado está siendo inculcada de una forma sutil y efectiva. El nuevo capitalismo se basa en el traslado de los centros de producción hacia las zonas cuyos trabajadores exigen menos salarios y derechos y en el poder de las operaciones financieras. El interés del gran capital por que quiebren algunas economías europeas periféricas es muy alto, pues así ejemplificarán que el estado del bienestar es una utopía insostenible y podrán abordar su desmantelamiento con argumentos contrastados. Además, los trasvases de trabajadores desde el sur de Europa hacia el centro forman parte de un plan de limpieza étnica que trata de expulsar a los emigrantes musulmanes a sus países de origen y sustituirlos por griegos, italianos, españoles y portugueses. Algo tiene que cambiar para que los especuladores, los políticos y los industriales puedan ganar más dinero. Los movimientos anti-sistema no pueden quedarse en la simple protesta cívica. Han de plantear propuestas concretas que devuelvan la dignidad a la población. Una ley de expropiación que permita la ocupación por parte de los trabajadores de las fábricas cerradas sería un punto de partida fundamental para empezar a trabajar. Otro punto es la implantación de aranceles a la importación asiática que está destruyendo el comercio y la industria autóctonos.

Los derechos de la propiedad privada son una falacia, puesto que el capital se constituye no con el esfuerzo de un empresario, sinó con el de todo un país y sus trabajadores.