La Renta Básica Universal
se presenta, no como una medida única, aislada, sino dentro de una “política
económica más amplia”; por ello para comprender el verdadero carácter de la
propuesta es preciso ver que tres medidas centran ese programa “más amplio”, y
que son los objetivos “a los que la política económica del Estado debería
aspirar”.
Renta Básica Universal, es decir, todo
ciudadano tiene derecho a una renta, más allá de sus ingresos reales y de su
ubicación en el mercado de trabajo. A esta propuesta, desde la derecha burguesa
se responde que se “desincentivaría” la búsqueda activa de trabajo, apoyados en
su darwinismo social congénito, “la letra con sangre entra”. Está claro que las
consecuencias de este darwinismo social son el empobrecimiento y el aumento
exponencial de las desigualdades.
De otro lado, es
innegable, desde un punto de vista formal, que la RBU reduciría la presión a la
búsqueda de trabajo. El “ejército industrial de reserva” que el capitalismo
mantiene para presionar a la baja las condiciones de los trabajador@s activos, atizando la competencia entre ellos,
reduciría su efectividad para la imposición si contara con unos ingresos
básicos para la supervivencia. Pero, ¿en realidad se reduce esa presión o
favorece a los capitalistas a negociar la rebaja en los salarios?
Entramos de lleno en
el terreno de las relaciones sociales de producción. En abstracto, en una
sociedad sin clases, sin propietarios de medios de producción y distribución
que buscan la optimación de los beneficios, esta propuesta podría permitir
avanzar a la sociedad en una distribución justa de la riqueza generada por la
sociedad. Pero vivimos en una sociedad donde la sociedad genera una riqueza de
la que se apropian los propietarios del capital, los capitalistas. En estas
condiciones, la existencia de una RBU lo que les permitiría, y “legitimaria”
socialmente, es el pago de salarios más bajos… porque el trabajador@ ya
cobraría una RBU, y además no se cuestionarían las reformas laborales impuestas
hasta ahora en todo el mundo; solo mitiga sus nefastos efectos, nada más.
El producto del
trabajo, y los beneficios que genera, seguirían yendo a los bolsillos del
capitalista; mientras la clase trabajadora recibiría de la sociedad, es decir,
de lo que todos ellos producen. Se “socializaría” así una parte del salario,
que sería abonado a través de la RBU. Porque no se puede olvidar nunca que la
riqueza no la genera el capital, sino la parte variable del capital, es decir,
la fuerza de trabajo. Solo el trabajo humano genera excedente de valor, y toda
la riqueza social se construye alrededor de este excedente, parasitario,
especulando,… Si la RBU la paga el estado, se paga con el dinero generado por
ese excedente.
El capitalismo tiene
una contradicción que es como una herida gangrenada, la relación entre
sobreproducción de mercancías y el valor de éstas, que fruto de la capacidad
productiva del sistema, cae sistemáticamente, reduciendo los beneficios
empresariales…. Esta caída de los beneficios se traduce en un aumento del
“ejército industrial de reserva”, del desempleo y la exclusión de cada vez más
amplios sectores sociales. Fueron los llamados “estados fallidos”, que pronto
se trasladaron a los barrios obreros y populares de las grandes potencias Capitalistas.
Los EEUU, Francia, Gran Bretaña, Italia, Estado Español… tienen grandes bolsas
de pobreza, que afecta ya a amplios sectores de la clase obrera, a los que el
sistema no da la menor oportunidad.
En la decadencia
absoluta del capitalismo, cuando todas las medidas que adopta hunden más a la
humanidad en la pobreza económica, y la miseria social y moral, hay que poner sobre la mesa la única
salida posible, la transformación socialista de la sociedad.