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domingo, 18 de noviembre de 2018

RENTAS Y TRABAJO



La Renta Básica Universal se presenta, no como una medida única, aislada, sino dentro de una “política económica más amplia”; por ello para comprender el verdadero carácter de la propuesta es preciso ver que tres medidas centran ese programa “más amplio”, y que son los objetivos “a los que la política económica del Estado debería aspirar”.
 Renta Básica Universal, es decir, todo ciudadano tiene derecho a una renta, más allá de sus ingresos reales y de su ubicación en el mercado de trabajo. A esta propuesta, desde la derecha burguesa se responde que se “desincentivaría” la búsqueda activa de trabajo, apoyados en su darwinismo social congénito, “la letra con sangre entra”. Está claro que las consecuencias de este darwinismo social son el empobrecimiento y el aumento exponencial de las desigualdades.
De otro lado, es innegable, desde un punto de vista formal, que la RBU reduciría la presión a la búsqueda de trabajo. El “ejército industrial de reserva” que el capitalismo mantiene para presionar a la baja las condiciones de los trabajador@s  activos, atizando la competencia entre ellos, reduciría su efectividad para la imposición si contara con unos ingresos básicos para la supervivencia. Pero, ¿en realidad se reduce esa presión o favorece a los capitalistas a negociar la rebaja en los salarios?
Entramos de lleno en el terreno de las relaciones sociales de producción. En abstracto, en una sociedad sin clases, sin propietarios de medios de producción y distribución que buscan la optimación de los beneficios, esta propuesta podría permitir avanzar a la sociedad en una distribución justa de la riqueza generada por la sociedad. Pero vivimos en una sociedad donde la sociedad genera una riqueza de la que se apropian los propietarios del capital, los capitalistas. En estas condiciones, la existencia de una RBU lo que les permitiría, y “legitimaria” socialmente, es el pago de salarios más bajos… porque el trabajador@ ya cobraría una RBU, y además no se cuestionarían las reformas laborales impuestas hasta ahora en todo el mundo; solo mitiga sus nefastos efectos, nada más.
El producto del trabajo, y los beneficios que genera, seguirían yendo a los bolsillos del capitalista; mientras la clase trabajadora recibiría de la sociedad, es decir, de lo que todos ellos producen. Se “socializaría” así una parte del salario, que sería abonado a través de la RBU. Porque no se puede olvidar nunca que la riqueza no la genera el capital, sino la parte variable del capital, es decir, la fuerza de trabajo. Solo el trabajo humano genera excedente de valor, y toda la riqueza social se construye alrededor de este excedente, parasitario, especulando,… Si la RBU la paga el estado, se paga con el dinero generado por ese excedente.
El capitalismo tiene una contradicción que es como una herida gangrenada, la relación entre sobreproducción de mercancías y el valor de éstas, que fruto de la capacidad productiva del sistema, cae sistemáticamente, reduciendo los beneficios empresariales…. Esta caída de los beneficios se traduce en un aumento del “ejército industrial de reserva”, del desempleo y la exclusión de cada vez más amplios sectores sociales. Fueron los llamados “estados fallidos”, que pronto se trasladaron a los barrios obreros y populares de las grandes potencias Capitalistas. Los EEUU, Francia, Gran Bretaña, Italia, Estado Español… tienen grandes bolsas de pobreza, que afecta ya a amplios sectores de la clase obrera, a los que el sistema no da la menor oportunidad.
En la decadencia absoluta del capitalismo, cuando todas las medidas que adopta hunden más a la humanidad en la pobreza económica, y la miseria social  y moral, hay que poner sobre la mesa la única salida posible, la transformación socialista de la sociedad.