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domingo, 13 de enero de 2019

REPUBLICA ¡SI! PERO DESDE LA IZQUIERDA






Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en el que todavía había luz en la oscuridad. Todavía había trabajadores que exigían sus derechos. Que solicitaban un trabajo que respetara la conciliación familiar un empleo que respetara su vida personal y considerara sagrado su tiempo fuera del centro de trabajo. El capitalismo se basa en la explotación del trabajador. Es así de sencillo. Para que no te quejes o no te enteres te mantienen ocupado en una serie de tareas que resultan inasumibles. Si alguna vez has dicho, ¡no doy abasto!, ¡me faltan manos!, ¡los papeles me comen! Ya estás en la rueda.
Antes de la década de los 70 del siglo XX podía creerse que un Estado neoliberal tendía a achicarse al marxismo, pero después de conocer las experiencias neoliberales debe modificarse esta percepción puesto que si bien disminuye la intervención estatal en la economía, aumenta enormemente su injerencia en otros ámbitos, especialmente en las áreas relacionadas con la seguridad. Y si atendiendo solamente a los países del centro del sistema-mundo pudiera creerse que el neoliberalismo ha conseguido un gran consenso social que permite una menor recurrencia al uso de la fuerza, el análisis de todo el sistema muestra que la violencia estatal abierta se concentra principalmente en la otra parte del sistema, en la periferia, en tanto que en el centro es más discreta o más selectiva, pero nunca inexistente.31 El neoliberalismo es enemigo del consenso y por eso en vez de él, cuando mucho, deja lugar a la corrupción y el fraude, los otros elementos considerados por Gramsci como parte del uso “normal” de la hegemonía en el régimen parlamentario, además de la fuerza y el consenso.
En la lucha sindical con demasiada frecuencia hemos visto como el sindicalismo oficial utiliza jornadas de movilizaciones y de huelgas para pasear banderas y delegados mientras entre bastidores están precocinado con la empresa como se aplicarán aquellas medidas que dicen combatir. Este “postureo” cómplice busca desactivar cualquier resistencia y despojar a los trabajadores de su capacidad de lucha. Es decir, todo lo contrario de lo que sobre el papel dice que quiere hacer. Si la lucha la hacemos para ganar, esto nos lleva a viejos debates que ya se planteaba el sindicalismo a inicios del s. XX en Cataluña y que marcaron la diferencia entre dos tradiciones, la de carácter más socialista y la anarcosindicalista. Cómo debe ser una huelga? Debe implicar sólo una parada de un centro de trabajo? Buscamos una imagen de los trabajadores parados, un día tras otro con nuestras banderas ondeando al viento? Sólo con ello un centro de trabajo con unas cuantas decenas o cientos de trabajadores/as conseguirá vencer a una gran multinacional que tiene la propiedad? La experiencia nos muestra que este tipo de huelgas “pasivas” y circunscritas sólo en el centro de trabajo tienden a terminar mal para nuestros intereses. Y el estado y el capital también lo saben cuándo, precisamente, hace años que prohibieron las huelgas por solidaridad. Sus leyes, el sindicalismo oficial y, a veces, algunas prácticas de sindicatos no tan oficiales llevan hacia aquí. Y también muchas veces ya antes de que terminen, y a menudo de que empiecen, ya sabemos el final. Estas dinámicas pueden ser, también, de “postureo”.
De forma mucho más “activa” y pensadas para ganar. Esto significa que deben partir de dos condiciones: la primera que los trabajadores del centro de trabajo se impliquen y la hagan. La segunda, que tengamos la capacidad de ejercer la fuerza suficiente para quebrar la resistencia del empresario. Esto último muchas veces lo podremos conseguir si, aparte de no limitarnos a quedar pasivos y parados en una huelga, somos capaces de sumar a nuestra la fuerza de la solidaridad. A menudo no se trata sólo de detener el funcionamiento de un centro productivo, ya que muchas veces las empresas pueden aguantar mejor un paro largo que quien debe llevar un salario a casa para pagar el día a día. En muchos casos se puede incidir en la distribución o la comercialización del producto de la empresa, en su imagen, en sus clientes, etc. Y para poder hacerlo, muchas veces se necesitan más manos que las de los trabajador@s en huelga.
Nadie en el Estado Español, nadie, puede negar que el franquismo sigue instalado en nuestra sociedad. Si antes era obligatorio ser franquista, o al menos parecerlo, hoy su defensa es voluntaria y además multitudinaria y transparente. En el ADN se lleva lo que se hereda y es totalmente real que el Partido Popular fue fundado por ilustres franquistas, ellos fueron los padres de la criatura. Fueron ministros de Franco los que fundaron Alianza Popular en 1976, un partido político que en 1989, de nuevo de la mano de Fraga,  cambió su denominación por la de Partido Popular y aglutinó bajo sus siglas a la propia Alianza Popular, Democracia Cristiana el Partido Liberal y Centristas de Galicia; además en 1991 se firma un pacto de colaboración con Unión del Pueblo Navarro, que pasa a ser el referente del PP en Navarra. En resumidas cuentas los franquistas se unieron. Vox, un partido de inspiración netamente franquista, xenófobo, machista, anti europeísta…y acreedor de varios calificativos negativos más, calificativos todos ellos que el resto de los franquistas comparten y aplauden, incluido su desplante frontal a los derechos humanos. Y, también en estas, los medios de comunicación ofrecen sus plataformas para la difusión de sus descaradas mentiras, al mismo tiempo que el PP hace suyos los postulados del partido de Abascal. Vox es el ingrediente que faltaba para llegar a una involución democrática solo comparable al golpe de estado de 1936. El franquismo enseñó a odiar a la República, lo hizo sin descanso y utilizando toda la represión de que era capaz, la consecuencia es que la gran mayoría de los ciudadanos españoles ven a la República como un peligro a evitar. Resulta innegable que los republicanos hemos fracasado en la labor de transmisión de los valores republicanos. Aquellos que la defendieron con sus vidas ya no están entre nosotros, la mayoría de sus hijos ya han fallecido y muchos de los nietos de aquellos ya rozamos la vejez, a la República solo le quedan los jóvenes.
Es más urgente que nunca que llegue la III Republica al conjunto de las nacionalidades Ibéricas, pero debe de emerger desde el pueblo para el pueblo, dando la indocincracia de los trabajador@s, la lucha de clases está inmersa en el advenimiento de la nueva república. No puede ser una república burguesa, tiene que ser una república que emerja desde las urnas que tengan un cariz anti capitalista.