Las actuales instituciones europeas que se supone dan participación al pueblo tan solo son la pantalla política que la burguesía trata de interponer entre sus negocios y la mayoría de la población. En el mejor de los casos son simbólicas como pasa con el Parlamento Europeo. Su falta de funciones y de capacidad legislativa hacen que para la izquierda sea importante fundamentalmente como cámara de resonancia de sus propuestas, de sus ideas y de su programa, como altavoz a través del cual pueda llegar más lejos la denuncia de todas las injusticias del sistema capitalista. El Parlamento europeo servirá de poco a los intereses de los trabajadores europeos. El tope presupuestario para la UE es el 1,27% del PIB europeo. Esto, aunque representa muchos millones, es una auténtica miseria. Ese presupuesto se va en gastos burocráticos y en las ayudas de la PAC (Política Agraria Común). Hay que tener en cuenta que los gastos de las administraciones nacionales europeas están en torno al 50% del PIB. Con ese tope presupuestario no se puede hacer frente a todos los supuestos objetivos de la UE sobre todo en lo que se refiere a acabar con la pobreza «interna» por no hablar de la «externa» que afecta al tercer mundo. Tan sólo en la UE hay reconocidos 55 millones de pobres, personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.