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martes, 4 de octubre de 2011

EN MEMORIA DE...


En memoria de aquellos compañeros “antifacistas” cinco, fueron cinco.Mucho podría decirse acerca de esta especie de venganza en las personas que nada tuvieron que ver con la contienda de la Guerra Civil, pero a mí lo que me importa es la desidia con que se ignoran estas ejecuciones Y ahí estamos: se diría que, bajo la maldición de los mismos que derrocaron a aquella ilusionante República, un poder sobrenatural se cierne sobre estas tierras. El poder de seducción del fascismo, añadido al fracaso de la socialdemocracia, en mes y medio, más nos pondrá de nuevo contra el muro. Toda la batalla por la Memoria Histórica, todas las canciones de ¡Ahí, Carmela!, todas las huelgas y las luchas en la cuencas del Nalón, no podrán detener las riadas de votos obreros que ya parecen situar a los herederos de la CEDA en la Moncloa. Otra manera de conmemorar el 20-N. Claro que, reivindicar la memoria, año tras año, el sacrificio de estos compañeros, puede resultar, además de cansino, incómodo. Porque hacerlo es “políticamente incorrecto”. Es tanto como reivindicar que la lucha continue. Precisamente cuando ya se estaba “tocando poder” con las puntas de los dedos, con las bendiciones de Washington, y de Europa; cuando con la boca pequeña se decía en los mítines de Roma, de París, allí donde alguien quisiera escucharlos, que Juan Carlos carecía del carisma y de la autoridad necesarios para asumir la corona; que la República era la única alternativa para España. Pero no se puso ninguna objeción a que fueran los asesinos de Julián Grimau, de Salvador Puig Antich, de Cristino García, de Salvador Rueda, de Ruano… los mismos que celebraron su triunfal entrada en Madrid con el fusilamiento de las Trece Rosas, los del aceite de ricino y los encuentros en Bordiguera y en Endaya con Hitler y Mussolini; los que bendijeron los aviones que partieron al amanecer para arrasar Guernica, los que segaron en la flor de la edad las vidas de Federico, de Miguel, las de tantos y tantos jóvenes y ancianos que purgaron sus “crímenes” en los campos de Castuera, Albatera, en Burgos…;los mismos que aceptaron de las manos de GESTAPO a Lluis Companys y a Francisco Cruz Salido para ponerlos delante de un pelotón de fusilamiento…, los que nos legalizaran. Aún se permitieron la cruel chulería de imponer al Gobierno de entonces que fuese de noche y sin fotógrafos que accederían a retirar el monumental haz de flechas de la Jefatura del Movimiento de la calle Alcalá. Lo que fuera, a cambio de un local, unos escaños en el Congreso, que en la mayoría de los casos no representan a los trabajadores ni a aquellos que les votaron.

Y nosotros, al día siguiente de las elecciones, nos miraremos los unos a los otros, de acera a acera, humillados y ofendidos, y sólo nos quedarán fuerzas para repetir una y otra vez: pues yo no les voté.