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domingo, 24 de noviembre de 2013

La derecha mediática

La derecha mediática presenta esta iniciativa legal como una suma de rectificaciones y actualizaciones de una regulación “deficitaria” del derecho de manifestación (que favorecería el “vandalismo” o el “in-civismo”), es tarea de la izquierda mostrar cómo detrás de esta intervención lo que se pone en jaque es la libertad de organizar y participar en acciones de protesta sin convertirse en objeto de una vigilancia permanente y un castigo siempre latente, sustraídos ellos mismos de cualquier control público. sana tarea de administración de los límites para garantizar la “normalidad democrática”, esta nueva regulación autoriza el uso discrecional de las fuerzas policiales y la limitación autoritaria del derecho de reunión y manifestación. No sólo cabe sospechar esa presunta “normalidad”, demasiado próxima a la regularidad del abuso. Lo relevante en ese contexto es la representación de la protesta como una “amenaza a la paz social”. El correlato de esa representación es concebir el orden público como un cementerio en el que no hay posibilidad de discrepancia. Construir esa discrepancia como “atentado” es la violencia misma de un sistema político que rebasa las fronteras nacionales: sanciona la censura ideológica como procedimiento de una democracia tutelada por los poderes económico-financieros internacionales más concentrados. Estos no demuestra que sus políticas de ajuste perpetuo vienen generando desde entonces. Todo indica que en los próximos años no habrá cambio de dirección: la oligarquía gobernante continuará con sus prácticas de saqueo privado y estrangulamiento público, apadrinando el enriquecimiento ilícito de las clases dominantes y el empobrecimiento generalizado de las clases subalterna.
El endurecimiento de las leyes jurídicas en España es síntoma de una transformación política mucho más vasta. La restricción globalizada de las libertades ciudadanas, sea bajo el pretexto de la lucha contra el Terror o de la defensa del Orden, continúa su curso totalitario. El umbral que estamos atravesando no parece uno más entre tantos. La pesadilla de una sociedad administrada -proyectada en una pantalla de plasma en la que hablan personajes inapelables-, tanto más consistencia adquiere cuanto más teme el espectro de una revuelta. En particular, esa pesadilla se hace más vívida cuando lo fáctico se convierte en ley, el abuso de autoridad como práctica normalizada y la conversión del abuso en norma legalmente sancionada.
La democracia tal como esta hoy instaurada en España esta totalmente devaluada, se hace manifiesta como inversión suprema: la violencia es proclamada como derecho. Invocando la razón de estado (cada vez más, la razón de mercado) la irracionalidad de la injusticia no hace sino expandirse.
GREGORIO PECES-BARBA MARTÍNEZ, cuando era presidente del congreso le hace un comentario a José María Ruiz-Gallardón (padre del actual ministro de justicia), De estos vu el hombre de confianza de Fraga en temas de Derecho. "Con lo conservador que eres, cómo te dejas explotar por Fraga". La respuesta fue la siguiente: "¿Conservador yo?, tenías que conocer a mi hijo Alberto. Ese sí que es de derechas". De estos vientos nos vienen estas tempestades. Si partes de los que votaron al Partido Popular, hubieran visto las penalidades que nos han venido encima, no le habrían dado su apoyo.
La prueba mayor de ignorancia es la afirmación reiterada por jueces y diligentes políticos del PP y de su Gobierno y, cómo no, de su ministro Gallardón de que hay que despolitizar la justicia, lo que supone un sinsentido mayúsculo. Un poder del Estado nunca podrá ser apolítico y quienes lo sostienen son unos necios y unos ignorantes. Los que tienen que ser neutrales son los jueces al administrar justicia. Ni siquiera a ellos se les puede pedir que sean apolíticos, porque sería pedirles que no sean seres humanos.
La lucha contra esta sin razón, no depende de la espontaneidad de los movimientos sino de la construcción de un proyecto colectivo de otro signo político.