No
hace mucho, un joven murió de hambre, esto debería hacer sido
suficiente para incendiar las calles,
niños con hambre, viejos doloridos y desnutridos, mujeres, hombres,
rascando en las basuras, revolviendo los desechos para alimentarse,
un poco, un rato, toda una vida. El
sistema
va un paso por delante y sabe que canalizando la rabia,
confundiéndola, fragmentando las luchas, encarcelando a los que
disienten, multando a los que se rebelan, intoxicando, engañando con
tibiezas, con propuestas que giran un poco a la izquierda,
presentando mesías encumbrados con cara de buen rollo y palabras
escogidas sin azar, con todo esto, el odio se disipa y nos engañamos
convencidos de que es posible construir sobre estas arenas movedizas
de espanto. Los andrajos, son motivo para odiar, odiar fieramente
desde las entrañas, con todas las vísceras, con todas, para que
haya pan, techo, trabajo y abrigo. Algo tan sencillo como
revolucionario.
Es
muy posible que estas entradas de capital puramente especulativo y
voraz sigan produciéndose pero de ninguna manera puede considerarse,
ni siquiera aunque vayan a traducirse con toda probabilidad en un
leve crecimiento del PIB, como un augurio de que la economía
española se recupera porque ni van a traer aumento del empleo, ni
más o mejor vida para las empresas, ni más competitividad
(suponiendo que sea eso lo que necesitemos), ni más actividades que
a medio plazo permitan generar nuevos ingresos. Lo que le ocurre a
Botín no es nuevo. Sufre el mismo tipo de distorsión cognitiva que
ha afectado siempre a las clases ricas españolas: confunden el todo
con la parte, sus intereses con los del conjunto de los españoles.
el diario El País informó el 27 de mayo de 2008 que, para
defenderse de la acusación de supuestos favores al Banco de
Santander, el ex Ministro de Economía Rodrigo Rato presentó un
escrito de la ex-Secretaria de Estado de Justicia y luego
Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, “en
la que ésta pidió el 25 de abril de 1996 que se cursaran al Abogado
del Estado “instrucciones” sobre su actuación en el caso de las
cesiones de crédito”, concretamente, pidiendo que no se dirigiera
“acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda
Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes”.
Gracias a ello, su presidente no tuvo que ser juzgado por unas
actuaciones que el diario digital el Confidencial de 21 de septiembre
de 2006 describió de la siguiente forma: “Durante los años 1988 y
1989, el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de
dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos
inconfesables. El banco entregó al Fisco información falsa sobre
9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de
pesetas. A tal efecto, no dudó en declarar como titulares de las
cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España,
ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados
del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna
con la entidad, etcétera. Como consecuencia del descubrimiento de
esa serie de irregularidades, la acusación solicitó para el
presidente del Banco de Santander, Emilio Botín un total de 170 años
de prisión y una multa de 46.242.233,92 euros (7.694.060.334
pesetas), además de una responsabilidad civil de 84.935.195,86 euros
(14.132.027.499 pesetas), que es el perjuicio causado con su
actuación a la Hacienda Pública”.
Hoy
se
están produciendo entradas de capital procedentes de fondos de
inversión que se están quedando con miles de inmuebles y
propiedades de todo tipo, lo que debe estar dejando buenas comisiones
en bancos e inmobiliarias ligadas a ellos y lo que seguramente se
traduzca en unas décimas de incremento en el PIB de los próximos
meses. Esto es la realidad con que nos movemos hoy en día, por un
lado las personas necesitadas, algunas de ellas (como ya ha ocurrido)
han muerto de hambre en la calle y otras gracias al sufrimiento y
penurias de los demás se enriquecen. Hoy es la rabia contenida y una
vergüenza inmensa por ser compatriota de estos elementos.