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lunes, 21 de octubre de 2013

HAMBRE Y SUFRIMIENTO

No hace mucho, un joven murió de hambre, esto debería hacer sido suficiente para incendiar las calles, niños con hambre, viejos doloridos y desnutridos, mujeres, hombres, rascando en las basuras, revolviendo los desechos para alimentarse, un poco, un rato, toda una vida. El sistema va un paso por delante y sabe que canalizando la rabia, confundiéndola, fragmentando las luchas, encarcelando a los que disienten, multando a los que se rebelan, intoxicando, engañando con tibiezas, con propuestas que giran un poco a la izquierda, presentando mesías encumbrados con cara de buen rollo y palabras escogidas sin azar, con todo esto, el odio se disipa y nos engañamos convencidos de que es posible construir sobre estas arenas movedizas de espanto. Los andrajos, son motivo para odiar, odiar fieramente desde las entrañas, con todas las vísceras, con todas, para que haya pan, techo, trabajo y abrigo. Algo tan sencillo como revolucionario.
Es muy posible que estas entradas de capital puramente especulativo y voraz sigan produciéndose pero de ninguna manera puede considerarse, ni siquiera aunque vayan a traducirse con toda probabilidad en un leve crecimiento del PIB, como un augurio de que la economía española se recupera porque ni van a traer aumento del empleo, ni más o mejor vida para las empresas, ni más competitividad (suponiendo que sea eso lo que necesitemos), ni más actividades que a medio plazo permitan generar nuevos ingresos. Lo que le ocurre a Botín no es nuevo. Sufre el mismo tipo de distorsión cognitiva que ha afectado siempre a las clases ricas españolas: confunden el todo con la parte, sus intereses con los del conjunto de los españoles. el diario El País informó el 27 de mayo de 2008 que, para defenderse de la acusación de supuestos favores al Banco de Santander, el ex Ministro de Economía Rodrigo Rato presentó un escrito de la ex-Secretaria de Estado de Justicia y luego Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, “en la que ésta pidió el 25 de abril de 1996 que se cursaran al Abogado del Estado “instrucciones” sobre su actuación en el caso de las cesiones de crédito”, concretamente, pidiendo que no se dirigiera “acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes”. Gracias a ello, su presidente no tuvo que ser juzgado por unas actuaciones que el diario digital el Confidencial de 21 de septiembre de 2006 describió de la siguiente forma: “Durante los años 1988 y 1989, el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos inconfesables. El banco entregó al Fisco información falsa sobre 9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de pesetas. A tal efecto, no dudó en declarar como titulares de las cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España, ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna con la entidad, etcétera. Como consecuencia del descubrimiento de esa serie de irregularidades, la acusación solicitó para el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín un total de 170 años de prisión y una multa de 46.242.233,92 euros (7.694.060.334 pesetas), además de una responsabilidad civil de 84.935.195,86 euros (14.132.027.499 pesetas), que es el perjuicio causado con su actuación a la Hacienda Pública”. Hoy se están produciendo entradas de capital procedentes de fondos de inversión que se están quedando con miles de inmuebles y propiedades de todo tipo, lo que debe estar dejando buenas comisiones en bancos e inmobiliarias ligadas a ellos y lo que seguramente se traduzca en unas décimas de incremento en el PIB de los próximos meses. Esto es la realidad con que nos movemos hoy en día, por un lado las personas necesitadas, algunas de ellas (como ya ha ocurrido) han muerto de hambre en la calle y otras gracias al sufrimiento y penurias de los demás se enriquecen. Hoy es la rabia contenida y una vergüenza inmensa por ser compatriota de estos elementos.