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lunes, 5 de octubre de 2009

COHERENCIA POLITICA

A nivel individual y grupal suele hablarse de coherencia cuando el pensamiento, las palabras y las obras guardan un apreciable grado de congruencia, cuando son las esperables en cada caso. A nivel del sistema político global el asunto es mucho más complejo, porque no existe en él un centro de conciencia total de toda la problemática afrontada, interna y externa; la conciencia de muchos problemas es escasa e intermitente en la cima del sistema, y son muchas las personas y grupos que intervienen e interactúan. No es extraño que sea bajo, en general, el nivel de coherencia política, salvo quizás en las grandes orientaciones globales. La coherencia siempre ha sido una actitud apreciada en los personajes públicos. Por su escasez manifiesta, los políticos que la han mantenido siempre han sido los más valorados, puesto que manifiestan creer en lo que dicen y no cambian de opinión por intereses espurios. En los últimos años, se habla mucho de la necesidad de la federación, el trabajo en red, la coordinación e incluso de las alianzas entre las entidades del tercer sector –ONG, fundaciones, asociaciones, etc. La administración pide que sean las federaciones sus interlocutores e incluso tiende a favorecer más a las organizaciones federadas, condicionando su apoyo a la pertenencia a algún grupo de entidades. Así, argumentan, se evita la dispersión, se busca un único interlocutor, se favorece el intercambio de buenas prácticas y se aúnan esfuerzos. Este planteamiento tiene muchas ventajas, pero, además, ya responde a una tendencia natural del mundo asociativo. Las entidades, de manera espontánea, se agrupan, participan en proyectos comunes y están dispuestas a sacrificar los personalismos para poder emprender iniciativas conjuntas para un mayor bien común. Esto demuestra el grado de madurez de la sociedad civil y del tejido asociativo. Esta tendencia a trabajar en redes es creciente, no por ello se ha de dejar de trabajar en los partidos políticos, no se puede vaciar de contenidos ideológicos a los mismos, para favorecer el trabajo asociativo, sin mera referencia a una ideología política emanada de los partidos, por mera coherencia política. Para poder sobrevivir con salud y fuerza, la democracia debe someterse a un chequeo. Y es el ciudadano el que tiene la palabra y el que debe tomar el pulso a los diferentes partidos e exigirle coherencia y ética. La ética debe ser el norte de cualquier iniciativa: política, económica, social. El único fin de la ética es el bien de la persona humana, por encima de ideas, creencias y culturas. Los políticos, como mínimo, deberían de apoyar estas iniciativas. La política se entiende como un servicio o no sirve. Los políticos deben gobernar de la mano de la sociedad civil. Juntos podremos construir un modelo de sociedad que todos queremos: que su fin último sea servir a la persona –a todas las personas. Sólo así habrá esperanza en los políticos y se recuperará la ilusión de los ciudadanos y su deseo de participar en la construcción de la sociedad.


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