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lunes, 24 de octubre de 2011

RENTA BASICA

Desde hace cuatro años, a inicios de la actual crisis global, hago la siguiente observación: “Debemos poner al orden del día las siguientes cuestiones: ¿cómo se puede llevar adelante una vida sensata incluso si no se encuentra un empleo?, ¿cómo garantizar la democracia y la libertad más allá del pleno empleo?, ¿cómo podrán las personas convertirse en ciudadanos conscientes sin un trabajo remunerado? Necesitamos una renta básica de ciudadanía. No es una provocación. Es una exigencia política realista”.

Los movimientos ciudadanos que se movilizan para responder a la crisis han incorporado una exigencia difusa de transformación de las políticas públicas. Reclaman intervenciones más garantías, que consagren derechos sociales universales, contra y más allá de la financiación de la economía. Como en la “Gran Transformación” de los años 30 y 40 del siglo XX, la lucha por el cambio de las políticas públicas se ha convertido en algo fundamental. La crisis no deja alternativa: es necesario definir nuevos derechos capaces de garantizar la igualdad y la dignidad de todas las personas. La renta básica es uno de ellos. Se trata de una reivindicación ligada al derecho fundamental a la vida. De un derecho social, pero también de una garantía de libertad que permite eludir el chantaje de la pobreza, de la inseguridad, de la precariedad y de la exclusión social. Una garantía de libertad, además de un derecho social, que favorece una nueva idea de participación en el trabajo y que puede contribuir a que este sea el fruto de una elección libre y no una simple mercancía desvalorizada a placer por el capital. Ante esta crisis infinita, que genera una desocupación y una pobreza cada vez mayores, antes la incapacidad de las clases dirigentes para intervenir y reducir los daños sociales, es el momento de relanzar una exhortación a favor de una renta básica incondicionada. Se trata, por un lado, de una alternativa concreta dirigida a garantizar de manera inmediata a las personas que de manera más dramática padecen la inseguridad y el empobrecimiento la posibilidad de una vida digna. Por otro lado, en una perspectiva más amplia, se trata de una alternativa orientada a promover y a realizar otra idea de sociedad.

El reconocimiento de una renta básica permitiría repensar el papel de la democracia en el combate contra la financiación de la economía y no ya contra los sistemas de bienestar y la calidad de vida y del trabajo. Una renta básica incondicionada permitiría responder a las situaciones de urgencia actuales y al mismo tiempo cuestionar el actual modelo de desarrollo, convergiendo así con los movimientos europeos que el 15 de octubre saldrán a las calles de toda Europa a reivindicar la justicia social, la dignidad y una nueva democracia.

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