Ya
en marzo
de
1850,
poco tiempo después del Manifiesto Comunista,
Marx
y Engelns hacían la siguiente advertencia, que cito porque es toda
una lección de historia: “los obreros deberán llevar al extremo
las propuestas de los demócratas, que, como es natural, no actuarán
como revolucionarios, sino como simples reformistas, Estas propuestas
deberán ser convertidas en ataques directos contra la propiedad
privada Pero la máxima aportación a la victoria final la harán
los propios obreros cobrando conciencia de sus intereses de clase,
ocupando cuanto antes una posición independiente de partido e
impidiendo que las frases de los demócratas pequeñoburgueses les
aparten un solo momento de la tarea de organizar con toda
independencia el partido del proletariado. Su grito de guerra ha de
ser: la revolución permanente”. Lo único obsoleto hoy es el
capitalismo.
En
Catalunya el nacionalismo de masas de izquierdas no existe ni
política ni sindicalmente por lo que la militancia de la izquierda
social ha creado sus propias organizaciones, que se tendrán que
ganar el futuro. El único gobierno que estaría en condiciones de
expropiar la banca y de de ponerla al servicio de la mayoría social
sería un gobierno de la clase trabajadora. Pero esta clase no
aparece en ninguna parte del texto y es la única que en esta
sociedad podría poner en marcha la mayor parte de las medidas que
propugnan la izquierda, como es el caso de la “reconversión
ecológica de la economía, expropiación y socialización de las
empresas energéticas y soberanía alimentaría”. En la lucha
política contra el capitalismo no se pueden utilizar palabras en
vano porque generan falsas expectativas. No hay ninguna otra clase
social fuera de la trabajadora que pueda generar un proyecto y un
gobierno que tenga la voluntad política de poner en marcha medidas
como las mencionadas. Conceptos abstractos como “ciudadanía” no
clarifican nada. “Ciudadanos” son todos los bandidos sociales, y
lo son más que los otros porque sus leyes y sus abogados les
defienden. El concepto “ciudadano” fue una creación de la
revolución burguesa en su lucha contra el feudalismo, pasar de
siervos del rey a ciudadanos de la república era un paso
históricamente progresista pero hoy equiparar a los bandidos
sociales (la burguesía y sus representantes políticos) con el
pueblo trabajador es sencillamente un insulto y, desde el punto de
vista de la lucha política, un concepto alienador ya que dificulta a
la clase trabajadora su toma de conciencia de clase, paso previo para
enfrentar política y socialmente a la burguesía. Hoy que una parte
de la izquierda social se quede embobada con los discurso
interclasista bienpensante, lo que nos informa de la debilidad
ideológica que hay en su seno.
Nunca
antes, en la historia del capitalismo, en la Historia Contemporánea,
ha estado la democracia burguesa tan descalificada como hoy. El
momento álgido de la democracia burguesa en Occidente fue la
posguerra, aquella coyuntura donde la reconstrucción de lo que
previamente habían destruido los Estados imperialistas en liza en la
II Guerra Mundial permitió unos grandes índices de empleo, lo que
supuso un desarrollo formidable de la tasa de beneficios. En España
se está dando un frentismo que no tiene que caer obligatoriamente en
el interclasismo, que puede ser un eslabón de un Frente de
Izquierdas, siempre y cuando se anteponga la lucha de clases a las
cuestiones nacionales. Los trabajadores tienen que tomar conciencia
de su clase y que su lucha no es individual, si no colectiva. Los
colectivos y organizaciones de la izquierda social si pueden y deben
organizarse en un Frente de Izquierdas, como un parlamento de la
clase trabajadora y de los movimientos sociales. Parlamento que en
barrios y ciudades decida su Programa y elija a sus representantes
políticos. Su Programa tiene que relacionar la defensa de los
derechos democráticos con la superación del marco capitalista, la
táctica tiene que ir en íntima comunión con la estrategia, romper
con el capitalismo, y eso se consigue en primer lugar con la
lucha de clases.
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