Para la lejana Roma
del circo de fieras se acepta hablar de una sociedad corrompida. Para
lo presente hay silencio. La izquierda debe explicar que los que
aparecen como ciudadanos normales ajenos a escándalos a menudo o
casi siempre son parte de la descomposición. No se trata de hechos
aislados en los bordes de un conjunto mayor impoluto. El sistema es
una estructura de competencia, lucha y explotación del otro donde lo
normal es la trampa, el engaño. La explicación por contexto tácito
de los vicios particulares es una justificación mañosa de la
corrupción estructural: son actos marginales durante el
funcionamiento de la sociedad. Ilegalidades o faltas éticas
puntuales repudiadas públicamente. La corrupción abarca de arriba
hasta abajo. Es de siempre. Y el capitalismo la convirtió en sistema
serio, teorizado, legal. Hoy en imperio global.
Para los economistas
del FMI el nuevo villano es el límite cero de la tasa de interés.
Esto estaría provocando el efecto “perverso” de que el descenso
en los precios de crudo no actúa como un estímulo para la actividad
económica. Y si los bajos precios de petróleo persisten podríamos
ver un tsunami de quiebras en las empresas petroleras que apostaron a
que los precios altos se mantendrían por largo tiempo, lo que podría
dislocar todavía más al sector financiero. Son muchos los
economistas que insisten hoy en las dificultades que entraña el
límite cero de la tasa de interés. Lo cierto es que después de
siete años de tasas de interés cercanas a ese límite la economía
mundial no sólo no puede recuperarse de la crisis, sino que parece
querer instalarse en un estancamiento secular, esto unido a la
corruptela que se manejan en estos ambientes, hacen que todo el peso
económico caiga sobre los más desfavorecidos de la sociedad.
El Estado es la
condensación de la lucha de clases en la esfera política e
interviene en la esfera económica para facilitar la reproducción
ampliada del capital. Pero esfera política está atada, unida, por
la ley del valor, la cual organiza las relaciones de producción. El
carácter del Estado es separado por derivar de la atomización que
genera la producción privada a gran escala, y es esta separación,
la que le permite efectuar una normalización del espacio público y
privado que posibilita facilita el funcionamiento de la ley del
valor. Por tanto, el Estado, a través de su intervención, es un
elemento esencial en la reunión de elementos atomizados. Esto
explica porque el Estado es condensación de la contradicción que
nace de entre capital y trabajo. Una de las funciones fundamentales
del Estado es la intervención y reacomodamiento en los procesos de
desvalorización y destrucción de capital –constante, pero también
variable, como demuestra la última reforma laboral– para
recuperar, en la medida de lo posible, la tasa de ganancia. De este
modo, las propias contradicciones que genera los efectos de la crisis
entre los distintos capitales a través de la lucha que lleva cada
uno para salir vivo de la quema que anuncia la bajada de la tasa de
ganancia, espolea las luchas inter-capitalistas, como son la crisis
territorial –agudizada por el hecho de que la construcción de la
nacionalidad española ha sido históricamente muy precaria, y no las
menos de las veces militar y anti-popular– así como la aparición
pública de los casos de corrupción. Los ciudadanos que están
separados los políticos, los corruptos, el españolismo, la casta,
los multimillonarios, hay encuadramiento para cada perfil social–
sobre los cuales se proyecta la culpa derivada de la incapacidad de
la sociedad de reapropiarse de sus capacidades productivas. No nos
podemos olvidar que hoy la lucha de clases esta más vigente que
nunca, tanto a nivel Estado como a nivel internacional.
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