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sábado, 15 de marzo de 2014

DECRECIMIENTO Y OTRAS GOYERIAS

Según los datos del Banco de España publicados el viernes 14/03/2014. En el desglose por comunidades, Catalunya, Comunidad Valenciana, Madrid y Andalucía concentran el grueso del endeudamiento autonómico, con el 65,3% del total. Así, la deuda de Catalunya alcanza los 57.146 millones de euros, seguida de la Comunidad Valenciana, con 31.884 millones de euros; Andalucía, con 23.898 millones, y Madrid, con 22.104 millones de euros. A continuación figuran Castilla-La Mancha (11.343 millones de euros), Galicia (9.131 millones de euros), País Vasco (8.225 millones), Castilla y León (8.183 millones), Islas Baleares (6.586 millones) y Murcia (5.543 millones). Cierran la tabla Aragón (5.369 millones), Canarias (5.281 millones), Navarra (3.101 millones), Asturias (3.052 millones), Extremadura (2.630 millones), Cantabria (2.178 millones) y La Rioja (1.143 millones).
El mejor indicador de que el decrecimiento es la más adecuada para retratar lo que defiende es aporta el hecho de que no suscita, en la calle y en los movimientos de base, esa impresión negativa que algunas personas, legítimamente, le atribuyen. Antes al contrario, una de las sorpresas agradables de los últimos meses es el hecho de que el proyecto correspondiente no sólo es defendido, entre nosotros, desde el ecologismo radical y el mundo libertario: a él empiezan a sumarse sectores de lo que llamo la izquierda tradicional, esto es, y para entendernos, el mundo de los partidos socialistas y comunistas. Que la realidad del decrecimiento empiece a suscitar atención en determinados circuitos que se mueven en países del Sur y oeste de Europa. Hay que conseguir que en esta sociedad occidental el cambio necesario de la vida cotidiana y del modo de consumo. Hay que ser consecuente que una parte significativa de la ciudadanía cuestione abiertamente el imaginario del crecimiento en la producción y en el consumo. La tarea no tiene que ser inabordable. A mi pobre entender cada vez son más evidentes los signos de que el crecimiento económico tiene, en las sociedades opulentas, poco o nada que ver con la felicidad de las gentes. No sólo eso: la crisis en curso, aunque bien puede servir de estímulo para ambiciosas e inmorales operaciones de amedrentamiento de la ciudadanía, abre ventanas interesantes en la medida en que coloca delante de los ojos muchos de los elementos de sinrazón del sistema economico que padecemos. Con la propuesta del decrecimiento no puede seguir un camino paralelo y asumir una lamentable absorción en la lógica del capitalismo. Es sospechoso que en este caso esa integración es mucho más difícil. Si, por un lado, el capitalismo a duras penas puede resistir un horizonte que no implique, al menos en intención, el crecimiento permanente en la producción y en el consumo. No seremos dignos de la estima de quienes nos sucedan si no luchamos por defender los derechos que el capitalismo nos roba día a día. Son nuestros derechos y son los de nuestros hijos. Nuestra generación se ha beneficiado de las luchas que sostuvieron las generaciones que nos precedieron. Hoy somos nosotros quienes estamos en el frente. No cabe sino comportarse con la dignidad que nos corresponde. No lo será en la medida que nos inhibamos, que nos quedemos en casa esperando que otros den la batalla. Tarea nuestra es llamar a la puerta vecina, explicar lo que está ocurriendo, invitar a la gente a sumarse del modo que pueda a esta lucha que atañe a todo el pueblo. De no hacerlo así, nuestra derrota está cantada. Ya han pasado las fallas, la ciudadania esta cansada de tanta crisis, la falta de recursos economicos no ha sido suficiente para que el personal se quede en casa. El pueblo tiene necesidad de sentirse vivo, aunque sus bolsillos no lleven más que telarañas. Estamos pues ante un decrecimiento economico impuesto por esta sociedad del capital. Pero el pueblo ante todo necesita sentirse vivo. Y vivir es volver a tomar la calle, no solo como consecuencia de sus reinvindaciones sociales, tambien como espacio ludico, pues la amargurade no llegar a final de mes, el no tener trabajo, en definitiva el de no tener recursos economicos para su casa y entorno, no significa que se tengan que encerrar como unas mojas de clausura en su cubiculum. Ante todo por mucho decrecimiento economico que haya, el ser humano necesita sentirse vivo, saliendo a respirar y olvidarse de penas y sufrimientos.


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