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sábado, 1 de marzo de 2014

REVOLUCIÓN

Hoy con la situación que estamos padeciendo en Europa se impone la idea de una revolución. Porque si partimos de que la revolución tiene como fin instaurar formas de gobierno acordes con la dignidad humana veremos que todas las grandes revoluciones que conocemos terminaron en fracaso. Las que no fueron derrotadas por el poder establecido acabaron imponiendo tiranías. Pero en uno y otro caso la revolución fracasó. De entre las pacíficas, se me ocurre pensar en la más antigua de las habidas en los últimos veinte siglos, el cristianismo. Una forma de vida utópica donde las haya que arrancó del cuestionamiento que Jesús de Nazaret hizo de las leyes que oprimían al pueblo judío y de la conducta de quienes las manejaban. Era una revolución pacífica, pero con auténticos principios revolucionarios: fraternidad (ama tu prójimo como a ti mismo); igualdad (no llames a nadie padre o maestro; nadie por encima de nadie; los últimos serán los primeros); libertad (no se hizo el hombre para la ley sino la ley para el hombre). Ya se entiende que eso no podía ser aceptado por quienes ejercían el poder, así que asesinaron a su lider. Entre las que se fraguaron con violencia me vienen a la mente la francesa y la rusa. Ninguna de ellas pudo imponer sus ideales de forma perdurable, pues ambas sucumbieron a su propia dinámica destructora. La revolución es incompatible con el poder. El poder, una vez establecido, deja de ser revolucionario para convertirse en tiránico. El poder es nefasto, lo ejerza quien lo ejerza. Sucumbe a sí mismo. Luego debe ser contestado sin tregua ni descanso. No para apostar por el desgobierno sino para construir un sistema de gobierno en el cual sea el pueblo gobernado quien de verdad tenga y ejerza el poder. Difícil, porque el ser humano es gregario y fácilmente manipulable, pero no imposible. Es una gran tarea de pedagogía que convoca a toda la población consciente. Esto no es un alegato contrarevolucionario, nada más lejos de la intención de quien esto escribe. Pero sí como una invitación a cuestionar la forma “tradicional” de entender la revolución. Las revoluciones hacen treguas, pero no mueren. El espíritu que impulsó las grandes revoluciones de la historia sigue vivo y se materializa en momentos y lugares diversos. Mucha es la violencia que ha desatado el poder sobre el afán de libertad y de justicia, pero no lo ha erradicado ni lo erradicará jamás. El poder religioso apela a Dios, a la moral, a las buenas costumbres... El político al orden, a la ley, a la justicia, al bien común... Pero todos parten de lo alto. Todas dicen cómo tiene que comportarse el pueblo oprimido. Ninguno escucha a ese pueblo que es voz y espejo de la naturaleza que lo creó. Luego siempre encontrarán esos poderes quien se les oponga desde el lado de los oprimidos. El afán de libertad que conlleva la naturaleza humana supera todas las violencias. Existen relalidades que por necesidad de los oprimidos, impulsan la revolución, he aquí alguna de ellas. Europa posee más de 11 millones de viviendas vacías, el doble de espacio para albergar a las casi 4 millones de personas sin techo que hay en el continente, en España dos años de reforma laboral se han destruido más de 1.354.700 empleos, politicas migratoria contra los seres humanos, leyes denigrantes conta la educación, sanidad, millones de familias sin derechos a una renta basica y sin ningun tipo de ingresos, ancian@s abocados a la mendicidad, leyes de seguridad ciudadanas al más puro estilo del fascio, etc...
Si la revolución consiste en librar al pueblo de las cadenas que lo esclavizan, no podemos esperar que esa liberación venga de quienes lo mantienen amarrado. Tampoco de quienes por encima de todo imponen su voluntad. No. La liberación tan sólo puede llegar a través del deseo y el esfuerzo del pueblo oprimido por librarse. La libertad, la igualdad y la fraternidad verdaderas solamente llegarán si el pueblo toma conciencia de ellas y se empeña en ponerlas en el primer plano de la vida colectiva y privada. Y eso solo se logrará mediante el debate abierto, la toma de conciencia y la lucha. Entre ella. LA LUCHA DE CLASES. UNA LUCHA CLARA, DECIDIDA Y PERMANENTE

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