Ahí
siguen, por una parte, las portadas más importantes interrogándose
sobre si será en Estoril o en la República Dominicana donde esté
ahora mismo escondido el rey Juan Carlos I, cosa que conocen
perfectamente este Felipe VI que por fin ha regresado a La Zarzuela
tras su contagioso periplo por provincias acompañado por Leticia, y
un Pedro Sánchez, que, de nuevo, se convierte en cómplice del hijo
del principal delincuente del Reino de España.
Han
transcurrido más de 24 horas desde el primer párrafo de este grito
y siguen vigentes dos de las indecentes verdades que también
conocíamos ayer y que demuestran, una vez más, que la “democracia”
en España no es más que una monarquía con urnas blindada por
organizaciones de sospechosos que se relevan en el gobierno al ritmo
marcado por la eficacia de los entramados de corrupción y que
consiguen protegerla de la poca justicia que osa perseguirla. Aunque
unos y otros, todos, están de acuerdo en vigilar para que nada de lo
importante se desate.
Felipe
VI está blindado, y tú no, por esta Constitución aprobada bajo
amenaza y engaño masivo que te tiene atrapado por tus propias
palabras, de tanto como la defiendes y ante la que no te atreves a
trazar la menor estrategia que te permita cambiarla, aunque exista y
sea muy fácil diseñarla.
Es
necesario que aprenda de los “comunistas”, a quienes el otro día
defendías contra los monárquico-fascistas de Abascal, cuando se
aliaron hasta “con el diablo”, que dijo Carrillo en 1970, más o
menos, para acabar con la dictadura sin darse cuenta que también se
suicidaban. Pero sin cometer los mismos errores, qué tontos que
fuimos cuando aquel gesto innecesario de aceptar la bandera y la
monarquía mientras los amigos del también despreciable Juan Carlos
I montaban asonadas para ayudarle a acabar con un Suárez al que ya
no soportaba porque le empezaba a hablar de tú. “Qué se habría
creído este Adolfo, yo, que había jurado los Principios
Fundamentales del Movimiento y, por tanto, solo yo podía cometer el
perjurio que me pareciera conveniente”, debió pensar el hoy huido.
Y
así piensa la “Iglesia Católica apostólica Romana” Nada
nuevo por parte de quienes avalaron el levantamiento militar
franquista contra la República, los crímenes de la dictadura
fascista y la restauración monárquica posterior tan respetuosa con
sus privilegios (financiación pública, exención de impuestos…).
La
Conferencia Episcopal Española (CEE), en un comunicado publicado en
las redes sociales y en su web, pide «respeto» por «la decisión»
del rey emérito de huir del país ante la investigación abierta por
posible corrupción y delito fiscal. Es
intolerable esta impunidad. El Borbón no puede irse sin más, debe
ser juzgado y todo el dinero robado debe ser recuperado.
Lamentablemente, la Moncloa ha declarado que “respeta la decisión”,
es decir, aprueba su “coge la pasta y corre”. Unidas Podemos no
puede limitarse a mantener una queja verbal sobre la situación,
mientras se mantiene como parte del gobierno que permite la fuga del
emérito. Además, es momento de que un referéndum donde podamos
votar entre Monarquía y República sea convocado.
Se
va Juan Carlos pero, lejos de lo que algunos dicen para desmovilizar
y distraer a los ciudadanos, el Estado monárquico continúa. Y lo
hace como un régimen, con todas sus instituciones, al servicio de
los ricos, de la oligarquía, del ibex-35, de banqueros y magnates;
donde la corrupción no es excepción sino norma. Un régimen, que
con toda una serie de políticas, medidas y leyes descargó la crisis
de 2008 sobre las espaldas de las clases populares y que hará lo
propio, si no se lo impedimos, con la actual. La monarquía está
tocada, pero en modo alguna hundida. Solo la derrocaremos si la
empujamos con la fuerza de la lucha popular organizada.
La
noche del 14 al 15 de abril de 1931, tras la victoria de las fuerzas
republicanas Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, partía para Roma
donde viviría hasta su muerte en 1941. La partida de Alfonso XIII
estaba relacionada con la investigación que el nuevo ejecutivo
pretendía llevar a cabo. La reapertura del Expediente Picasso, donde
se hacía responsable a Alfonso XIII del genocidio practicado contra
la población marroquí en la Guerra de Marruecos, los continuos
escándalos sexuales y económicos (curiosa similitud), etc.,
provocaron que Alfonso XIII tomara las de “Villadiego” y se
marchara para no volver. De ahí que el ínclito Ramón María del
Valle Inclán sentenciara“Los
españoles han echado al último Borbón, Alfonso XIII, no por rey,
sino por ladrón”.
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