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martes, 7 de octubre de 2008

¿Crisis?

AUTOCRITICA DE LAS IZQUIERDAS
¿Por qué la izquierda política y social no llega, de verdad, al corazón de la gente? ¿por qué a la izquierda le cuesta tanto componer ese nuevo himno que aliente los proyectos de liberación?,¿por qué la izquierda está atascada entre tanta pregunta y se muestra incapaz de articular respuestas para transformar este presente convulso?,¿ por qué, en lo más profundo del corazón de la izquierda, se piensa que, lo que es políticamente factible no cambiará nada y lo que podría cambiar es políticamente inviable?, ¿por qué la propia izquierda tiene una sensación de inutilidad de la política?,¿por qué para una gran parte de la izquierda ya no existe un más allá?,¿por qué las luchas políticas se han enrocado en la defensa de lo existente en vez de ejecutar movimientos sociales ofensivos?,¿por qué la izquierda, en el fondo de sus proyectos, actúa como si la realidad que nos toca vivir fuera inevitable?. Creo que la izquierda oficial, y en ocasiones la extraoficial, han aceptado la inevitabilidad del presente. Han admitido la realidad como un acontecer inamovible ignorando que esa realidad es un producto ideológico más del capitalismo tardío. Porque el poscapitalismo mercadea con la noción de realidad como una estrategia más de consumo. Cierto que hay que partir de lo real como contingencia de presente, pero hay que arriesgar lo imposible para romper con las posiciones estandarizadas. Uno cree que hay que hay que invertir el tópico que dice que más vale una buena resistencia que una mala toma revolucionaria del poder. Y es que la izquierda ha desechado lo imposible y lo quimérico amparándose en la oportunidad histórica,
Es que la globalización, como privatización del mundo, ha despojado a los individuos de cualquier determinación socio histórica, de cualquier conexión con los otros, con la colectividad real y realizada. Nada es ya de su incumbencia que no sea su vida propia. Solo nos reconocemos en la existencia del sujeto sujetado. Pero incluso ésta, está mercantilizada, desposeída de pegada política, sustraída de la capacidad de combate. Porque el individuo globalizado está encerrado en el subjetivismo más absoluto. Porque esas pasiones individuales cotizan en el mercado global. Con ellas cuenta el poscapitalismo para explotar nuevas estrategias de consumo propio que se retroalimentan hasta el infinito. Votar o abstenerse responde hoy a estados de ánimo, los conflictos laborales se explican y justifican por la incapacidad o habilidad personal de cada uno, la delincuencia es un problema mental y la pobreza y la exclusión se explican por la inadaptación particular ante el destino. Y es que la virtualización y mercantilización de nuestra experiencia de vida impide todo compromiso pleno con la realidad, porque esa realidad está desprovista de toda capacidad para cambiar el presente. Esto se enmarca en el nuevo espacio pospolitico que ha sido capaz de instaurar la globalización, ese espacio en el que la acción política queda neutralizada, ese nuevo territorio que ha desactivado el nexo existente entre destino colectivo y personal. La izquierda debe recuperar la lectura de clase global y globalizada, y volver a anunciar que la economía ha sido, es y será el motor de la historia, la explicación ultima de las gravísimas desigualdades mundiales. Por encima del género, la etnia, la cultura, la ecología o la identidad. Por encima de las lecturas cómodas y relativistas que explican el feliz funcionamiento del mundo. Porque no es verdad que ya no haya clases sociales, no es verdad que no haya sujetos históricos ¿qué decir de los millones de asiáticos precarizados, de los millones de inmigrantes sodomizados laboralmente en Europa y EE.UU., de los millones de subcontratados que sustentan las grandes economías mundiales? Detrás de todo ese sufrimiento hay millones de lágrimas que humedecen la mirada de los nuevos sujetos históricos. Este malestar debe ser reinterpretado. Por último, una izquierda realista debe tener en cuenta la realidad. Cierto. Pero debe desenmascararla. Porque nuestra realidad actual es un escenario en el que se dramatiza un espectáculo falso. Por eso, la izquierda social y política y realista debe dar un paso más allá de la mera resistencia.

José María Domínguez

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